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Evaluación del currículo

Publicado por Hilda Fingermann

Evaluar el currículo significa comprobar que los fines propuestos se vayan cumpliendo, y si se comprueba que esto no está sucediendo, la flexibilidad que debe poseer el plan tiene que permitir ir corrigiéndolo sobre la marcha para hacerlo eficaz. No existen recetas mágicas para que un currículo sea perfecto. Puede ser técnicamente correcto, pero sin embargo, al vivenciarlo en la práctica, es posible que no sirva para ese preciso grupo de alumnos en cuestión.

El plan de estudios se proyecta al principio del camino, pero el desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje, puede presentar imprevistos, o hechos que ya existentes, no se visualizaron en esa primera etapa, y eso impide que los logros se obtengan. En esos casos hay que detenerse a repensar, elaborar nuevas estrategias, graduar más los contenidos, pues no es cuestión de seguir avanzando en el vacío, sino sobre un andamiaje sólido. No tiene importancia que se hayan “dado” todos los contenidos, sino que estos hayan sido incorporados significativamente por los educandos.

Aún cuando los objetivos del currículo resulten cumplidos, estos mismos también deben ser objeto de evaluación, para comprobar que estén de acuerdo con los requerimientos personales y sociales de los educandos en el mundo informatizado y globalizado que les toca vivir. Los contenidos también deben ser objeto de revisión constante, a partir de los cambios políticos, económicos, sociales y técnicos que se van produciendo en el devenir histórico. La selección de contenidos, métodos y objetivos responde a una idea del ciudadano que queremos formar, y esto también es valorable.

La evaluación puede ser interna (desde la misma institución) o externa, pudiendo ser complementarias. La mirada externa sirve para aportar objetividad. Otro problema es cómo se evalúa, si solo lo cuantitativo, o se tiene también en cuenta lo cualitativo, que es lo que realmente conviene evaluar.