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Aulas superpobladas

Publicado por Hilda Fingermann

Aulas superpobladasEntre los problemas que plantea en la actualidad el proceso de enseñanza-aprendizaje, uno muy importante es la cantidad de niños que están en una misma aula a cargo de un solo docente. Si bien es bueno que se atienda a la diversidad y a la inclusión, esto debe hacerse responsablemente y reconociendo las limitaciones que tiene un único ser humano, el maestro, por más voluntad y capacitación que tenga, de atender las necesidades personalizadas de más tres decenas de niños, que la mayoría de las veces ni siquiera tienen un espacio físico adecuado que los contenga cómodamente, ya que faltan sillas, mesas de trabajo y material didáctico, para tantos niños.

La UNESCO, en el Pronunciamiento de Tailandia (Educación para todos) estableció un máximo de treinta alumnos por curso para que pueda darse una educación de calidad. Por supuesto, que haya pocos educandos no significa indefectiblemente que se hará un seguimiento individualizado, que habrá más motivación, más diálogo, interacción y explicaciones, pues eso dependerá además de que el maestro tenga aptitudes, vocación y conocimientos; pero en un aula superpoblada un docente por más que lo intente y tenga las mejores herramientas se encontrará con un obstáculo numérico que sobrepasa los límites humanos.

¿Cómo observar a más de treinta alumnos? ¿Cómo evaluar día a día su compromiso? ¿Cómo motivarlos de acuerdo a su tipo de inteligencia? ¿Cómo armar un debate sin que se genere un caos? ¿Cómo escucharlos a todos?

Es por ello, que las aulas deben contar con un número mínimo de 12 o 15 niños, para poder trabajar en grupos, crear espacios de debate y puestas en común; y un máximo que no supere los treinta.

Para el maestro es un desgaste físico y mental enorme, que genera muchas veces pedidos de licencias, atender a tantos chicos, corregir sus tareas, mantener un clima adecuado, poner límites, ser escuchado; y para los alumnos es muy difícil escuchar en un aula ruidosa, poder intervenir, concentrarse en sus tareas, sentirse parte de un grupo, pero a su vez reconocido en forma individual.