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Justicia curricular

Publicado por Hilda Fingermann

Justicia curricular¿Para quienes se hacen los currículos escolares? ¿Tienen un propósito social de asegurar a todos, igualdad y progreso, o se hacen para perpetuar las diferencias? Si queremos logar la justicia social tenemos que empezar por hacer del currículo una herramienta que asegure que todos se inserten en la sociedad del siglo XXI, y no hacer currículos diferenciados para pobres y ricos, varones y mujeres, nacionales y extranjeros, etcétera, como si pertenecieran a otra especie de personas destinados a ocupar socialmente posiciones de menor jerarquía social. La verdadera igualdad de oportunidades consiste en que todos reciban la misma educación. Pero ¿Cómo se logra?

La socióloga australiana y profesora de la universidad de Sydney, R.W. Connell, en su obra “Escuelas y Justicia Social” expone los principios que debe seguir un currículum escolar para que conduzca a lograr justicia social, para lograr crear un currículum común, general, que incluya a todos lo alumnos pero mirado desde la óptica del que menos tiene. Estos principios son:

1. Servir a los grupos menos favorecidos, planteando los problemas sociales desde el punto de vista de los carenciados y no de los que tienen abundancia, estableciendo la necesidad de crear varios currículos contrahegemónicos que reconozcan la mayoría de las desiguadades sociales (raza, etnia, género, clase) asegurando a todos acceder al conocimiento científico y a sus métodos.

2. Participación y escolarización común: Donde el currículm, debe ser “diverso” y no elaborado por un solo sector: el dominante, y donde se valoren las experiencias tanto de hombre como de mujeres, de obreros y profesionales, de aborígenes y blancos, etcétera.

3. La producción histórica de la igualdad: el análisis de los efectos sociales del currículum, debe hacerse observando el proceso histórico, advirtiendo a través del tiempo cuando hubo más o menos desigualdad social.

Nuestra opinión:

Creemos que otorgar más recursos públicos a los que menos tienen en forma de comedores o becas es importante, pero no basta con eso. Se debe pensar a la escuela partiendo de que todos los niños son iguales por ser seres humanos, con los mismos derechos a capacitarse y lograr una formación integral, con el único límite de sus deseos y esfuerzos. Esto no significa desconocer las diferencias, sino de legitimarlas, plantearlas, buscar soluciones, y no taparlas, esconderlas o zanjarlas temporariamente con «dádivas». Los niños no necesitan solo ayudas pasajeras (que sí son necesarias y merecidas si el niño está en situación de desventaja) sino riquezas espirituales y culturales duraderas, pues ellos tienen la capacidad suficiente para construir la vida que elijan, pero solo podrán hacerlo si los educamos en el respeto de sí mismos y de los demás, en la solidaridad y en la confianza en sus propias capacidades.

Por ejemplo, cuando un alumno llega a nuestra aula con pocos contenidos previos, tenemos la obligación de ofrecerle y ayudarle a que se nivele, y esto supondrá un esfuerzo conjunto, ya que dejarlo en esa situación de desventaja, tal vez sea más cómodo momentáneamente para alumno y docente, pero sin partir de esa igualación, estaremos creando una diferencia a futuro, muy difícil de revertir, por más currícula inclusiva que se plantee. Tampoco se trata de nivelar para abajo, como muchos docentes hacen cuando ven un grupo al que califican como de «poco rendimiento», ya que enseñándoles menos contenidos y habilidades, no solo los estigmatizan, sino que los condenan a recibir una acreditación de estudios mentirosa, que los relegará a funciones y trabajos menos reconocidos socialmente.