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Educación horizontal

Publicado por Hilda Fingermann

Educación horizontalUna educación horizontal supone considerar a todos los actores del proceso educativo como iguales en su dignidad y derechos, aunque entre ellos haya roles diferenciales.

Que exista horizontalidad en la educación supone diálogo abierto, cooperación y tolerancia, sin que nadie se considere más ni menos que el otro, primando el respeto por cada uno como persona diferente y valiosa.

No significa esto que el docente no sea la autoridad del aula, sino descartar el autoritarismo, y que el respeto hacia el maestro se base en una relación de confianza y de reconocimiento de él, como guía, en atención a que es ejemplo de rectitud y saber. Que el maestro sea la autoridad no significa que no se le puedan pedir explicaciones, brindar argumentos en contra de sus dichos o exponer con libertad las propias ideas, siempre que no sean delictivas.

El educando no es menos que el maestro, sino que está en una faz de formación, no sabe lo que sabe el maestro, y con su guía aprenderá seguramente mucho, pero la idea no es que aprenda lo que el maestro sabe, sino que sea creativo, que siga averiguando, que logre transformar la sociedad en la que vive en pos del progreso no solo material, sino también moral. Y para ello debe dejarse al alumno libertad (dentro de ciertos límites que no lo dañen a o a otros) y no considerarlo un ser que debe limitarse a reproducir y obedecer.

En este sentido, la educación horizontal promueve una relación de colaboración y cooperación entre el docente y el estudiante. El docente deja de ser un simple transmisor de conocimientos para convertirse en un facilitador del aprendizaje, mientras que el estudiante asume un papel activo en su proceso de formación, participando de manera crítica y reflexiva. Esta forma de educación fomenta la autonomía del estudiante, su capacidad para tomar decisiones y su responsabilidad en el aprendizaje.

La escuela debe reconocer las diferencias de gustos, de ideas, de aspecto físico, de nacionalidad o de religión, pero sin valorar a unas u otras como mejores; y con respecto a la posición social, alentar a que todos puedan alcanzar sus metas, sin importar si son pobres o ricos, quitando la visión de un mundo donde algunos nacieron para mandar y otros para obedecer como habían sostenido los filósofos griegos, y rebatieron autores tales como Paulo Freire, con su “Pedagogía del oprimido”, donde se incluye como rol de la escuela la necesidad del pensamiento crítico y romper con las diferencias sociales.

En la educación horizontal, la evaluación también adquiere un nuevo enfoque. Deja de ser un instrumento de clasificación y control para convertirse en una herramienta de aprendizaje y mejora continua. Se busca que el estudiante comprenda sus errores, reflexione sobre ellos y encuentre soluciones, en lugar de simplemente memorizar contenidos para obtener una calificación.

La escuela tradicional apoya la competencia y los logros, es verticalista, para crear alumnos de primera y alumnos de segunda, a quienes les va reservando una escala de puntaje menor, con respecto a otros a quienes coloca en un nivel de superioridad en esta organización jerarquizada, donde las diversas posiciones sociales del individuo son vistas como naturales en lugar de culturales.

En contraposición, la educación horizontal promueve la cooperación y la solidaridad, reconociendo que todos los estudiantes pueden aportar algo valioso al proceso de aprendizaje. Se busca que los estudiantes aprendan a trabajar en equipo, a respetar las ideas de los demás y a resolver conflictos de manera pacífica y constructiva. En definitiva, la educación horizontal busca formar ciudadanos críticos, responsables y comprometidos con la construcción de una sociedad más justa y equitativa.