La transposición didáctica
Se define este concepto elaborado por Chevallard para la Didáctica de la Matemática pero aplicable a otras ramas del saber, como el pasaje del saber sabio (el que está en los libros de textos con palabras difíciles, explicaciones científicas, pensamientos filosóficos, teoría físicas o matemáticas complicadas, etcétera, y a veces ya obsoleto) donde el alumno se encuentra con un material que parece desafiar a su entendimiento; al saber enseñado, donde el profesor será el que clarifique, seleccione, ilumine, y haga accesible el material para su incorporación en la estructura cognitiva.
Además, la transposición didáctica no solo se limita a la adaptación del contenido, sino que también implica una transformación del lenguaje y la metodología utilizada para enseñar. El docente tiene la tarea de traducir el lenguaje académico y científico a un lenguaje más accesible y comprensible para los alumnos. Este proceso de traducción y adaptación no es una tarea sencilla, requiere de una comprensión profunda del contenido y una habilidad pedagógica para poder transmitirlo de manera efectiva.
También supone adecuar ese saber a la realidad cotidiana y a las circunstancias históricas presentes, provocando profundos cambios en el objeto de enseñanza como ocurrió con la aparición de la matemática moderna. El docente selecciona el contenido a enseñar, lo valora, lo contextualiza, lo hace accesible, y por ello, aún cuando el contenido teórico que transmite no le pertenece, lo transforma en un contenido nuevo que diverge del original.
Se trataría de lo que en lenguaje cotidiano denominamos la bajada áulica, adecuada al contexto, a la edad de los educandos, al momento histórico-social, etcétera.
En el proceso didáctico se configura una terna compuesta por el docente, el alumno y el saber a transmitir que nunca llega al destinatario (el alumno) con transparencia sino tamizado, manipulado y reelaborado por el docente que lo enmarca cualitativamente en su época y en los nuevos valores existentes. Sin embargo esto debe estar legitimado, a través de lo que se denomina “vigilancia epistemológica” tanto por la comunidad científica como por la comunidad escolar, incluyendo sobre todo a los padres de los alumnos que confían en el saber que se imparte en las escuelas, pues estas transformaciones en general, están cargadas de contenido ideológico.
Es importante destacar que la transposición didáctica no es un proceso unidireccional, sino que es una interacción constante entre el docente y el alumno. El docente debe estar dispuesto a aprender de las experiencias y conocimientos previos de los alumnos, y a su vez, los alumnos deben estar dispuestos a cuestionar y aportar a la enseñanza del docente. Esta interacción constante permite una enseñanza más dinámica y efectiva, y promueve un aprendizaje más significativo y duradero en los alumnos.