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Consecuencias de la evaluación

Publicado por Hilda Fingermann

Cuando se evalúa se asigna a lo evaluado un valor, calificándolo como positivo o negativo, bueno o malo, aprobado o desaprobado. Quien ha sido evaluado sufre el impacto de esa valoración en sentido proporcional a la valoración obtenida. Si es una institución, sus directivos, docentes, auxiliares, alumnos, padres se verán involucrados, y en la evaluación individual, el educando. La primera consecuencia de la evaluación es la motivación, que se transforma en frustración cuando se obtiene una calificación negativa.

S bien es bueno responsabilizarse de las consecuencias de nuestros actos, se debe ver el resultado de la evaluación como un síntoma de algo que anda por buen o mal camino. En el primer caso se deberá continuar por la senda elegida; y en el segundo, empeñarse en mejorar. También tendrá consecuencias en el trabajo docente, pues le indicará que en el caso de ese niño deberán intentarse otras estrategias, o hacer un seguimiento más personalizado.

En los primeros años de la escolarización, el docente deberá esforzarse en hallar algún aspecto positivo en la evaluación del niño, evitando ponerle una calificación que lo tipifique como alumno con problemas de aprendizaje, elogiando los aspectos positivos, y alentándolo en superar los inconvenientes, que deben mostrarse como muy posibles de lograr, para no desalentarlo.

En las evaluaciones formativas, aún hay tiempo para corregir el rumbo del proceso; en las sumativas, si bien se toman al final del ciclo, también deben ser tomadas como posibilidad de cambio, aunque sea en un nuevo ciclo.

Al evaluar se debe considerar cuáles son los aspectos en los que se necesita mayor refuerzo, pues tal vez el contenido ha sido incorporado pero faltan la comprensión significativa, o la aplicación a situaciones concretas, y es solo sobre esos aspectos en los que deberá enfocarse.

Por supuesto, cuando el alumno ya adolescente no demuestra ningún tipo de interés, molesta en clase, no deja aprender a sus compañeros (algo muy común entre los 12 y 15 años) se deben tomar intervenciones mas severas, pues la puesta de límites es absolutamente necesaria, no sólo para él sino también para el resto de los compañeros que necesitan comprobar que no todo da lo mismo. Se le debe explicar lo que nuestra sociedad valora como bueno y como malo, la necesidad de tener una conducta socialmente adecuada como medio de convivencia armoniosa y pacífica, y los limites de la libertad individual. El alumno que molesta en clase no solo no ejerce su derecho de aprender sino que priva a sus compañeros de tal derecho, y eso hay que evitarlo, en pro de él mismo y por los demás. Hay que indagar con la ayuda del gabinete escolar y citación de los padres, por qué el alumno trata de llamar la atención de ese modo, ya que siempre detrás de este tipo de conductas se esconde una realidad individual o familiar conflictiva o problemática, que hace parte de la personalidad de ese adolescente al que hay que comprender y ayudar, pero a la vez estimular al cambio. La evaluación de la actitud hacia el aprendizaje es lo primero que debemos tomar en cuenta.