Competencia comunicativa
Partiendo de los estudios de Ferdinand de Saussure, el funcionalismo lingüístico estudia la función del lenguaje en la comunicación y le otorga un rol esencial.
Quien posee competencia comunicativa puede expresarse con fluidez, e interpreta como receptor, los mensajes en forma acabada, y puede usarlo con sentido práctico, para mantener un diálogo argumentativo, sostener una crítica interesante o negociar una situación problemática.
Consiste en participar exitosamente en una interacción comunicativa con pensamientos sólidos, estructurados, y logrando los fines propuestos. Supone la apropiación de la competencia lingüística de tipo individual (conocer la lengua que se usa para hablar o escribir) para saber utilizarla en la vida social, como competencia comunicativa.
La inteligencia lingüística verbal, presupuesto de la competencia comunicativa es una de las ocho inteligencias, que Gardner considera entre las inteligencias múltiples como capacidad de uso del lenguaje, en cuanto al orden, sonido, ritmo y comprensión de las palabras.
En 1986, Jerome Bruner (1986) sostiene que la competencia comunicacional es obtenida por el niño interviniendo en interacciones comunicativas. Desde que el niño es un bebé, sobre todo a partir de los seis meses, se establece entre él y quien lo cuida un intercambio inter comunicativo, estableciendo con su madre un formato interactivo de predicción que comienza a dar significación a sus intenciones comunicativas
Según los estudios de Piaget, en los años de la preescolaridad, a causa del egocentrismo natural de los niños de esa edad, es dificultoso lograr una eficacia intercomunicativa, que sí puede obtenerse en años posteriores, cuando puede interactuarse cooperativamente.
En 1985 Freeman expuso que los niños intelectualmente más capaces pueden captar mejor las señales comunicacionales, aunque la poca experiencia pueden hacer que las capten erróneamente. Este grupo de niños con la edad va adquiriendo un lenguaje más crítico y más ambiguo. Muchas veces olvidan el referente, que dan por sobreentendido, y solo describen los detalles, con gran complejidad y abstracción, lo cual hace que la comunicación sólo sea eficaz entre otros niños de igual capacidad, por lo cual en lugar de actuar como un beneficio supone un obstáculo para interactuar con otros niños menos habilidosos. Estos niños funcionan mejor como receptores, pues captan muy apropiadamente los mensajes.
La escuela debe diferenciar las aptitudes de los alumnos para que cada uno las acreciente del modo más conveniente y en lo máximo posible, o en el caso de los más dotados, puedan comunicarse no solo con sus iguales, sino con niños de menor habilidad comunicativa, ya que la institución escolar puede resultar un lugar propicio para su desarrollo o para su obstaculización.
Los maestros no deben limitarse a enseñar a leer y escribir sino formular estrategias de elaboración de producciones de textos. Se debe poner énfasis en interactuar con textos escritos, que los educandos logren escribir sus propios mensajes, tratar con símbolos matemáticos, expresarse oralmente con soltura y coherencia, saber escuchar y poseer capacidad de análisis.