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Evaluación y toma de decisiones

Publicado por Hilda Fingermann

Todos los docentes evaluamos y nos preocupamos por el contenido, el modo y el momento oportuno para hacerlo. Pero no nos olvidemos de un paso fundamental, es qué hacer una vez que tenemos los resultados. Para ello desde un comienzo debemos tener presente para qué estamos evaluando y qué intentamos descubrir. La evaluación es una tarea continua y debe servir no solo para calificar sino también y fundamentalmente para repensar el rol docente-alumno en cuanto a sus progresos y sus contratiempos.

Cuando decidimos evaluar entonces, tomamos varias decisiones, cómo qué queremos evaluar, en qué momento, qué tendremos en cuenta a la hora de hacerlo, qué criterios usaremos en la corrección, y si habrá posibilidad de recuperatorio u otro modo de compensar los contenidos.

En general evaluamos y comunicamos resultados como notas, aprobados o desaprobados, haciendo recaer toda la responsabilidad en la falta de empeño del educando, lo que muchas veces es cierto; pero no lograremos cambiar la actitud de quienes reprueban con frustraciones, sino con diálogos motivadores y apertura de alternativas. Las decisiones no deben limitarse a constatar si el alumno aprendió o no, sino en qué hacer ahora con esos resultados. Para los que aprobaron seguramente será continuar en el mismo sendero; pero para los que no, cuál será la decisión, ¿dejarlos a un costado o acompañarlos en su superación?

Primero debemos considerar qué tipo de evaluación hemos puesto en práctica. Si es una evaluación diagnóstica, nos permitirá conocer el punto de partida, para dar por sabidos ciertos temas o adquiridas determinadas habilidades, y así progresivamente incorporar nuevos retos de complejidad paulatinamente creciente. El diagnóstico es a la vez que grupal, individual. No porque la mayoría sepa determinados temas debemos considerar que todos los dominan, y entonces debemos centrarnos en que todo el curso aprenda los contenidos previos que necesitamos para no partir ya desde una situación desventajosa para algunos.

La evaluación formativa la utilizaremos para ver si los resultados obtenidos en el transcurso del proceso coinciden con lo planificado, pues de lo contrario debemos buscar nuevas estrategias y de ser necesario volver atrás y andar el camino nuevamente hacia lo esperado.

En la evaluación sumativa, observaremos si el alumno está en condiciones de aprobar una etapa del curso, el curso completo o un nivel, apreciando si está formado para enfrentar los desafíos del nuevo tramo formativo.

Cuando evaluamos, leemos y juzgamos una realidad, tomando en cuenta nuestras expectativas, pero de acuerdo a un instrumento que nosotros confeccionamos y que debemos tener presente que no es único ni infalible. Recordemos que hay muchas formas de evaluar, y no solo la prueba escrita tradicional, por ejemplo, exposiciones orales, trabajos de investigaciones que luego sean defendidos, participación en clase, etcétera. Una devolución de los exámenes o trabajos es fundamental no para felicitar ni para retar, sino para reflexionar sobre lo logrado y lo que falta, y sobre la posibilidad de realizar otros métodos de intervención pedagógica. Lo importante no es aprobar o desaprobar sino aprender.