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El efecto Pigmalión

Publicado por Hilda Fingermann

Según relata la mitología griega existió un rey llamado Pigmalión, que gobernó en Chipre, siendo además de rey, sacerdote y escultor. Este rey con dotes de artista, tras buscar afanosa pero vanamente la mujer perfecta con la cual casarse, se dedicó a esculpir esa mujer soñada a la que llamó Galatea, y de la cual se enamoró. Soñó con ella como un ser humano, y gracias a su entusiasmo y a la ayuda de la diosa Afrodita, la estatua cobró vida, cumpliendo su más preciado deseo.

El efecto Pigmalión es la extensión de ese deseo a todos los ámbitos de la vida. Cuando alguien cree afanosamente en algo, es casi seguro que se convierta en realidad. Este efecto puede ser aplicado en lo social. En general, el hijo que logrará más éxitos, es aquel en el que más creemos, pues inconcientemente lo estimularemos a lograr sus metas; el trabajador más eficiente será aquel en el que colocamos nuestras expectativas, y en el ámbito escolar, tema que nos ocupa, sucede algo muy similar. Nuestros alumnos rendirán en la medida de la confianza que en ellos depositemos.

José Rosenthal y Jacobson realizaron un estudio en 1966 donde se les informó a un grupo de profesores que los alumnos colocados en determinado sector del salón de clases eran más aventajados que el resto (esos alumnos habían sido elegidos al azar). Como el maestro esperó de ellos un mayor rendimiento, esto fue lo que ocurrió. Ese grupo de alumnos que en realidad fueron escogidos por pura casualidad, merecieron mayor atención y estímulo del docente, y lograron aprender más. Este efecto Pigmalión está por lo tanto muy vinculado con la motivación, y con etiquetar a los alumnos como buenos o malos. Una vez que los alumnos hayan sido “rotulados” será muy difícil revertir tal situación.