La motivación escolar
¿Para qué estudiar? ¿Cuáles son las expectativas que mueven a alguien a sentirse atraído por el deseo de aprender? En definitiva, ¿Qué alienta a un educando a participar en su proceso de enseñaza-aprendizaje, tratando de ser un alumno exitoso?
Existen muchos factores intrínsecos y extrínsecos relacionados entre sí, que influyen en este componente del aprendizaje, esencial para el mismo, ya que nadie aprenderá ni no lo desea, o se resiste a hacerlo.
La motivación, de latín “motere” cuyo significado es moverse, es una inclinación a ejercer determinadas acciones para la búsqueda de un fin, que el individuo considera valioso, porque lo ha percibido como tal por sí mismo, o porque le es mostrado así por los demás, a quien la persona respeta y cree. Es una energía, que despierta un interés y que moviliza hacia la acción, en este caso, acrecentar el desarrollo cognitivo.
La autoestima, que implica saberse capaz de aprender, la confianza en el sistema educativo como medio de preparación para la vida, para estudios superiores y para el mundo del trabajo, las ansias de superación, el contexto familiar y social, el interés que despierte un tema en especial, las estrategias motivacionales usadas por el docente (trato afectivo, diálogo abierto, material interesante, medios audiovisuales, ejemplos de la vida cotidiana) son medios para fomentar la motivación.
Estas motivaciones antes enumeradas son consideradas como positivas pues traen aparejado para el sujeto una gratificación. Otras veces se aprende por motivaciones negativas, como ocurre cuando se trata de evitar un castigo, como una mala nota o una reprimenda hogareña. En ciertos casos, aprender puede ser visto como un fin en sí mismo, como un valor, y el estudiante se siente inclinado a aprender para desarrollarse como persona, y en otros casos puede ser vista como un medio para un fin: aprender para seguir estudios superiores o conseguir un buen trabajo.