Relación docente-alumno
Fundamental para el proceso de enseñanza-aprendizaje, el modo como se establece esta relación tiene efectos trascendentes en el aprendizaje.
El educando se esforzará en aprender si su docente lo motiva, hace las clases interesantes, plantea diferentes estrategias para abordar los temas, establece un diálogo fluido, no se burla de los errores, y el estudiante siente confianza para preguntar sus dudas y debatir los temas. La vocación docente no solo se siente en el alma, se trasluce en las actitudes hacia quienes deseamos guiar y formar integralmente.
Existen distintos modos de establecer la relación, que en principio es propuesta por el docente, pero que puede modificarse de acuerdo a la actitud del grupo.
El docente que impone un estilo democrático, permite que sus clases se interrumpan con preguntas, y hasta con alguna broma oportuna y pertinente. Acompaña al alumno en sus logros, y lo apuntala en sus debilidades, le da confianza y estímulo. Hace participar activamente a la clase, que investiga, descubre, critica y argumenta. Se cumple el reglamento disciplinario, en cuanto a la puntualidad y respeto por parte de docente y alumnos. Ejerce un rol de autoridad sin excesos. Es el modo ideal de establecer la relación pedagógica.
El tipo autoritario nos muestra el docente que ante la más mínima falta establece sanción, se coloca en una posición omnipotente, mantiene el orden a través del miedo, no genera empatía, y mantiene a la clase en actitud pasiva.
Si bien el anterior no es un buen modelo, es aún peor el docente demagógico, que no pone límites, enseña y exige poco, consiente todo, y muy probablemente sus clases muestren descontrol disciplinario y falta de cumplimiento de los contenidos curriculares. Esto solo fomentará la falta de responsabilidad y de compromiso de ambas partes.
No solo es el docente, premeditadamente o no (pues a veces depende mucho de su personalidad) el que propone el modo de entablar la relación. En ocasiones se exige, cuando los alumnos no entienden que la democracia implica orden y respeto, pasar por unos días a ejercer un rol más autoritario, para que comprendan los beneficios de convivir armónicamente, y entonces retomar la propuesta democrática.