Experiencia y educación
John Dewey formuló en 1938, la teoría de la experiencia, propuesta pedagógica en el contexto de la educación estadounidense, que consistía en proponer como método para un buen aprendizaje, el hacer, dentro de lo que se conoce como Escuela Nueva.
Opuesta a la pedagogía tradicional, la de la experiencia, supone un rol muy activo del educando que aprende a través de experiencias educativas., que son las que no condicionan ni perturban experiencias futuras, que no causan embotamiento o falta de reacción o sensibilidad, sino que enriquecen al educando, lo transforman y esto pervive en ulteriores experiencias, ya que las pasadas tienen una gran importancia en las actuales. Se deben aprovechar las oportunidades físicas, ya que las experiencias no suceden en el vacío, y el docente debe crear las condiciones para el aprovechamiento pleno de cada una de ellas.
La educación tradicional prepara al alumno para la vida adaptándolo a la sociedad a través de la transmisión de la cultura que se ha acumulado a lo largo de la historia y de las normas morales correspondientes, basándose fundamentalmente en libros de texto, mediados por la intervención del maestro.
Pero también la pedagogía de la experiencia se opone a la que surgió como antinomia de la escuela tradicional, que es la pedagogía progresista, que critica a la tradición por ser un aprendizaje que se les impone a los jóvenes desde afuera, y son contenidos ajenos a la experiencia del educando, que se les presentan estáticos y acabados, sin ser pensados para el futuro. Si bien esto es cierto, Dewey también considera que lo opuesto, propuesto por las teorías progresistas, puede ser también peligroso, ya que la experiencia es satisfactoria solo si resulta controlada y organizada, no simplemente un dejar hacer, sino que exista la guía del docente, no ya como imposición sino como una especie de cauce, donde el hacer sea agradable, pero a la vez, productivo.
A ambas, a la pedagogía tradicional y a la progresista, Dewey las acusa de ser dogmáticas, una por su excesivo poder controlador y la otra por su exceso de libertad. Para Dewey no hay que desechar lo viejo en su totalidad y hacer prevalecer sin más, su antítesis. Considera que la escuela tradicional también genera experiencias, pero erróneas. Estas experiencias muchas veces les quitaron a los alumnos los deseos de aprender, generándoles cansancio y fastidio.
En síntesis Dewey valoriza la experiencia personal en educación, pero solo de las educativas, las que enriquecen.