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Celulares en el aula

Publicado por Hilda Fingermann

El uso de teléfonos celulares en el aula está prohibido. Distraen, y su uso con fines educativos sigue siendo muy limitado, aunque existan múltiples proyectos en este sentido, pues la infraestructura del sistema escolar no lo permite. Los alumnos quieren utilizar el celular con fines de ocio, y no precisamente creador. No nos engañemos. Permitir que los niños y adolescentes usen en clase sus celulares para mandarse mensajitos, escuchar música, sacar fotos o jugar a jueguitos, no es precisamente el concepto de incorporar la tecnología al sistema educativo.

Se educa mediante recursos tecnológicos si son apoyo de alguna actividad del proceso enseñanza-aprendizaje, de lo contrario, resultan obstaculizadores. Puede ser que algún docente ocurrente pueda plantear algunas clases donde se incorpore el uso del celular, por ejemplo en Lengua para analizar críticamente como se escribe en los “mensajitos” que se envían” o utilizar algún programa educativo, pero esto no puede ocurrir a diario, por imposibilidad fáctica.

La escuela no debe ser un lugar aburrido, estresante, rígido, pero tampoco lo que observamos en las escuelas de hoy: un lugar de pasatiempo, de esparcimiento, donde todo vale, y solo se trata de aprobar especulando. Por supuesto, que esto se observa en una minoría del alumnado, pero que se mueve con tanta impunidad, que provoca que los que se ajustan a la normativa escolar se cuestionen si vale la pena el esfuerzo que ellos ponen en sus tareas y en su buen comportamiento.

Los alumnos deberían tener el hábito del respeto a las normas, y los docentes también, ya que se enseña con el ejemplo. Salvo casos de fuerza mayor (en los que se pedirá permiso por parte del alumno, o se explicará su uso por parte del docente) o en caso de alguna actividad didáctica, se debe respetar la norma que impide el uso de celulares en la escuela. Las normas existen para ser cumplidas, criticadas, mejoradas, pero no para no observarlas caprichosamente. De eso se trata tener una sociedad armónica y ordenada. La anomia solo conduce al caos, a la frustración y a la apatía, con respecto a este tema y a tantos otros, en los que se trate de poner límites.