Educar es más que instruir
Cuando preguntamos a padres o a alumnos sobre lo que esperan de la escuela lo más común es que nos digan que quieren que les enseñe cosas, entendiendo por cosas, el bagaje cultural que la sociedad ha acumulado a través del tiempo y que transmite como tesoro hereditario de una a otra generación, para que lo guarde en sus mentes y si pueden, lo usen y acrecienten; y luego lo retransmitan. Esto es instrucción. Cuando el docente enseña Matemáticas, Química, Literatura o Historia, explicando, guiando al alumno en la investigación y motivándolo, lo está instruyendo. Para esta tarea se necesita un conocedor de la información y del modo de acercar ese contenido al educando.
Educar es también instruir, pero no se agota allí la misión de un educador, ya que educar es formar hombres y mujeres, dignos y valiosos para ellos y para los demás, que sepan aprovechar sus conocimientos para progresar moral y socialmente.
Conformarnos con instruir a nuestros niños y jóvenes sería como acumular mucho dinero, pero no saber qué hacer con él, o aprovecharlo para placeres efímeros que no nos llevan a la felicidad duradera.
Un maestro que pretenda educar, debe transmitir valores con su propio ejemplo, con sanos consejos, creando en el aula un clima apto para el diálogo, el debate, la cooperación y la solidaridad. No nos conformemos con que la escuela nos instruya en ciencias y artes, exijamos que eduque a nuestra juventud para la libertad, para ser ciudadanos virtuosos y responsables, trabajadores y honestos. Todas estas condiciones deben estar en el maestro para que incorporen en el alumno.
Elegir una escuela que brinda buena instrucción, sin duda los preparará académicamente para estudios superiores y para el mundo laboral, pero escoger una institución que eduque les asegurará además, un desarrollo pleno y una vida feliz.