Educar es más que instruir
Cuando preguntamos a padres o a alumnos sobre lo que esperan de la escuela lo más común es que nos digan que quieren que les enseñe cosas, entendiendo por cosas, el bagaje cultural que la sociedad ha acumulado a través del tiempo y que transmite como tesoro hereditario de una a otra generación, para que lo guarde en sus mentes y si pueden, lo usen y acrecienten; y luego lo retransmitan. Esto es instrucción. Cuando el docente enseña Matemáticas, Química, Literatura o Historia, explicando, guiando al alumno en la investigación y motivándolo, lo está instruyendo. Para esta tarea se necesita un conocedor de la información y del modo de acercar ese contenido al educando.
Educar es también instruir, pero no se agota allí la misión de un educador, ya que educar es formar hombres y mujeres, dignos y valiosos para ellos y para los demás, que sepan aprovechar sus conocimientos para progresar moral y socialmente.
Además, es importante destacar que la educación no solo se limita a la transmisión de conocimientos teóricos. La educación también implica el desarrollo de habilidades prácticas y emocionales que permitan a los estudiantes enfrentar los desafíos de la vida cotidiana. Estas habilidades incluyen la capacidad de resolver problemas, la habilidad para trabajar en equipo, la empatía y la resiliencia. Un buen educador debe ser capaz de fomentar estas habilidades en sus alumnos, proporcionándoles las herramientas necesarias para su desarrollo personal y profesional.
Conformarnos con instruir a nuestros niños y jóvenes sería como acumular mucho dinero, pero no saber qué hacer con él, o aprovecharlo para placeres efímeros que no nos llevan a la felicidad duradera.
Un maestro que pretenda educar, debe transmitir valores con su propio ejemplo, con sanos consejos, creando en el aula un clima apto para el diálogo, el debate, la cooperación y la solidaridad. No nos conformemos con que la escuela nos instruya en ciencias y artes, exijamos que eduque a nuestra juventud para la libertad, para ser ciudadanos virtuosos y responsables, trabajadores y honestos. Todas estas condiciones deben estar en el maestro para que incorporen en el alumno.
Además, es fundamental que la educación promueva el pensamiento crítico y la creatividad. Los estudiantes deben ser capaces de cuestionar, analizar y reflexionar sobre la información que reciben, y no simplemente aceptarla de manera pasiva. De igual manera, deben ser alentados a pensar de manera creativa y a buscar soluciones innovadoras a los problemas que enfrentan. Esta capacidad de pensamiento crítico y creativo es esencial para el desarrollo de una sociedad democrática y participativa.
Elegir una escuela que brinda buena instrucción, sin duda los preparará académicamente para estudios superiores y para el mundo laboral, pero escoger una institución que eduque les asegurará además, un desarrollo pleno y una vida feliz. La educación es un proceso integral que va más allá de la adquisición de conocimientos. Es un camino hacia la formación de individuos capaces de contribuir de manera positiva a la sociedad.