Educar o adoctrinar
Imponer un pensamiento o idea como verdad indiscutible es adoctrinar, es tratar al ser humano como un esclavo y quitarle lo más hermoso que posee, su posibilidad de elegir en qué creer, qué sentir; y armar su destino con libertad, con los únicos límites que imponen el respecto por las normas justas y por los valores escogidos racionalmente por su conciencia, a la que conviene educar para que elija el bien, pero este bien tal vez no sea el mismo para todos, y a eso debe apuntarse, a descubrir lo que cada persona quiere para su vida dentro de las inmensas posibilidades que le ofrece la vida individual y social dignas.
La educación no es inocente, está imbuida de los valores que la sociedad quiere imponer a sus ciudadanos, y está bien que eso sea así, cuando esos ideales pueden sostenerse con argumentos que los educandos aceptan como válidos, y que tomarán para sus vidas, porque entienden que es lo más saludable, para su propio bien y el de todos. Para ello debe aceptarse que esos valores sean cuestionados, replicados, criticados, y solo si resisten el embate, se consolidarán sabiamente en la conciencia de esos seres en formación. Si no aceptamos que se discutan las ideas, si castigamos las opiniones contrarias, si no reflexionamos sobre lo positivo y lo negativo de unas y otras posturas, y obligamos a pensar tal como lo transmitimos, no estaremos educando, estaremos adoctrinando, formando seres obedientes, disciplinados, pero carentes de pensamientos propios, fácilmente manipulables, que estarán viviendo la vida que les dijimos tenían que experimentar y no la que eligieron, lo que seguramente les traerá enojo y frustración en el futuro.
Por supuesto que es más riesgoso educar que adoctrinar, tanto para el educador como para educando y para la sociedad en general, pero el riesgo vale la pena, pues conlleva al progreso. Sócrates fue condenado a morir envenenado por educar a la juventud, por enseñarles lo que al Estado ateniense le pareció que era violatorio de su sistema legal, un sistema tan injusto que asesinó a uno de los íconos de la educación del mundo de todos los tiempos.
Un hombre que piensa puede cambiar un mundo injusto, un hombre sometido siempre será parte de la injusticia. Como educadores, sembremos en nuestros alumnos la curiosidad, la expresión del pensamiento libre con responsabilidad y respeto, la escucha de las ideas ajenas, creando una razón segura pero a la vez abierta al cambio, para avanzar y crecer en la búsqueda de la verdad, que jamás termina.