Educar el temperamento
Todos nacemos con un temperamento, o sea, con caracteres hereditarios que nos hacen ser quienes somos. Sin embargo esto no nos predispone a ser invariablemente como estamos programados a ser, sino que la educación puede hacer que nuestro carácter se diferencie notablemente de nuestro temperamento.
Temperamento es entonces, el armazón estable de nuestra personalidad, y el carácter es moldeable, ya que tomando esos componentes heredados podemos modificarlos bajo la influencia social. En la psicología norteamericana en vez de carácter se usa el término personalidad.
En un aula conviven muchos niños con temperamentos, carácter y personalidad diferentes, además de la del docente que también tiene sus rasgos propios, y ello influye mucho en la educación. El docente debe conocerse, para tratar de moldear también su temperamento, pues por ejemplo puede ser colérico, y esto dificulta mucho la interacción docente-alumno, ya que los educandos pueden sentir temor ante sus reacciones.
En cuanto a los niños, el maestro debe conocer a cada uno de ellos, para emplear estrategias personalizadas, ya que si bien el alumno integra un grupo, en el conjunto cada uno debe ser respetado en su individualidad.
Conocer el temperamento de un niño no significa estigmatizarlo o encasillarlo, sino encontrar sus aspectos positivos, canalizar sus emociones, comprenderlo y ayudarlo a trabajar sobre esos aspectos que resultan socialmente negativos, y que sin duda, también a él le molestan.
Si a un niño tímido, delante de toda la clase se le dice que hable, pues la participación en clase es muy importante y si no lo hace reprobará el curso, lo único que se conseguirá es que se vuelva más retraído y se angustie. Se debe trabajar paulatinamente, invitándolo sin forzarlo a responder preguntas que sabemos que conoce o a hacer aportes valiosos, para que vaya ganando confianza y suba su autoestima, comprendiendo que su voz merece ser oída igual que la del resto de la clase.
Si a un niño que molesta constantemente se lo reprende en público, le será difícil cambiar su actitud, ya que estará temeroso de que sus compañeros, si comienza a portarse bien, lo tomen por cobarde, si es que con su mal comportamiento quería convertirse en un líder negativo. Llamándolo aparte, explicándole las consecuencias de su mal comportamiento, brindándole la posibilidad de realizar algunas tareas más prácticas si es muy inquieto, y sobre todo, escuchando las razones de por qué está obrando así, el niño sentirá que no es un estorbo que la clase desea eliminar, sino un sujeto al que su maestro quiere ayudar, no solo por el bien de los otros, sino también por el suyo.
Hablar además, con los padres, y trabajar en conjunto con la familia, es el recurso más eficaz, para lograr un adulto feliz y responsable.