Pedagogía por objetivos
Un objetivo es una finalidad, una meta que debemos proponernos alcanzar; y puede ser variable y flexible; pero nunca impreciso. Tener claro el objetivo nos guiará en las acciones y medios para alcanzarlo. Tal vez no lo logremos por completo y solo nos aproximemos, pero debe estar ahí siempre presente para marcarnos el rumbo. La acción educativa al igual que cualquier actividad humana, siempre tiene objetivos, uno o varios, aunque no en todos los casos aparecen expuestos con claridad, y esto provoca desorientación, especialmente cuando los involucrados en el plan son más de uno, y debe existir acuerdo sobre cómo llegar, y por supuesto, adónde. Cuándo comienza el año, los docentes primarios y secundarios están obligados a dictar a los alumnos los objetivos o expectativas que se pretenden alcanzar, y esto queda muchas veces, escrito en una primera hoja, y nunca se vuelve a releerlos, perdiendo toda finalidad práctica, cuando sería deseable, que periódicamente alumnos y docentes los consulten juntos, para saber si se está cerca de ellos, o si el rumbo está equivocado. La importancia de estos objetivos educativos, es innegable.
Sin embargo, la pedagogía por objetivos va mucho más allá, pues pone el acento en la eficacia y el utilitarismo, siendo correlato del modelo industrial taylorista, al que debe brindar mano de obra provechosa y bien formada, a través de la institución escolar. Los objetivos planteados son lograr un gran número de alumnos, que en el menor tiempo posible, alcancen un nivel determinado de instrucción. Los que no lo logran, fracasan.
Los objetivos educativos, no son en la pedagogía por objetivos, planteados por el docente que conoce a su grupo, sino por expertos, que estudian las demandas sociales y tratan de satisfacerlas, en la institución escolar. Para Kliebard y Eisner el currículo nace en 1920 con la clara idea de lograr eficiencia social.
Un representante importante de la pedagogía por objetivos fue Bobbitt, quien expuso el rol docente como el de un técnico que debe tratar de ejecutar lo que otros han pensado que debe lograrse. El docente no es filósofo, es el ejecutor de un plan superior, que la sociedad demanda que se cumpla, que es ni más ni menos que formar hombres y mujeres habilidosos para el desempeño en una sociedad industrializada. Al tratar de logar conductas adecuadas a un modelo, se ha tildado a esta concepción educativa, como conductista.