Tareas para el hogar

Tradicionalmente consideradas el modo de repasar y reforzar lo aprendido en la jornada escolar, las tareas para el hogar suelen ser motivo frecuente de queja de padres y alumnos, algunas por pocas y otras por demasiadas. Graduar la cantidad y la complejidad de las tareas asignadas para que el niño realice por sí mismo sin la guía del docente, requiere ser arduamente planificado, ya que corremos muchos riesgos: que resulte frustrante para el niño no poder hacerlas, que sean tan simples que las menosprecie, que deba recurrir indefectiblemente a la ayuda de un adulto que muchas veces no cuenta ni con los conocimientos ni el tiempo disponible, y que al final de cuentas resulte la tarea, un elemento de discordia familiar.

La ayuda de los padres o hermanos mayores, tíos o abuelos, siempre es útil cuando solo sea para orientar al niño, y no termine haciéndosela. En muchos casos los padres terminan enviándolos a maestras particulares. Otro problema es que no sabemos si todos los niños cuentan con esas ayudas, y por lo tanto creamos desigualdad de oportunidades.

Lo que debemos tomar en cuenta son las horas disponibles que tiene normalmente un niño según su edad, y asignar tareas que pueda resolver por sí solo, de acuerdo a lo ya aprendido, para que le sirvan de repaso, y consistan en investigación y aplicación concreta de lo ya integrado en su estructura cognitiva, no demandándole tanto tiempo que le impida todo tipo de ocio o esparcimiento.

Algunos maestros creen que es provechoso cargar con tareas a los niños en recesos un poco más extensos como fines de semanas largos o vacaciones de invierno, cuando ni siquiera ellos mismos trabajan en esos lapsos de tiempo. Las vacaciones deben ser vacaciones para todos, salvo que se planee leer cuentos que los mismos niños hayan seleccionado o actividades con juegos didácticos, que por ello sean un placer y no una carga.

Recordar que la tarea para el hogar es un complemento de la escuela, y no el modo principal de aprender.