Consecuencias de la violencia escolar
La violencia escolar, ocasionada por muchos factores, no sólo escolares sino también extraescolares, como ya hemos visto al tratar las causas de la violencia escolar, exige ser abordada por la comunidad educativa con respeto, diálogo, actitudes reparativas, y reflexión sobe lo acontecido; de lo contrario puede ir en escalada, llegando a niveles difíciles de predecir, pero seguro poco felices.
Si la violencia escolar proviene de un maestro hacia un alumno (como gritos o actitudes degradantes) generará en el niño o adolescente, rechazo, no solo hacia el docente sino hacia la materia que imparte, y eso puede trasladarse a otros cursos futuros. Es común que alguien sienta antipatía hacia alguna asignatura pues le trae el recuerdo de un profesor hostil. En este caso, si el niño no es escuchado por el adulto, puede ser necesario que los padres del niño se comuniquen con el docente a efectos de aclarar la situación, y aún con los directivos poniéndolos en conocimiento del caso. Si bien los niños muchas veces tienden a echar culpas al docente sobre su bajo rendimiento o no cuentan sus travesuras, es bueno que los padres en estos casos, sin tomar posición al respecto, se acerquen al establecimiento para saber realmente lo que está pasando, pues así como hay niños violentos, también puede haber adultos violentos.
Si la violencia es de un niño hacia un adulto (docente, preceptor, directivo) o hacia sus compañeros, y la actitud es constante, es necesario observar las causas para tratar de observar si es un niño violento por causa de algún trastorno psicológico, que necesite tratamiento, o puede ser tratado desde el gabinete escolar. Ante la duda, y como los docentes no son profesionales psiquiatras ni psicólogos, es recomendable citar a los padres a efectos de que realicen la pertinente consulta.
Muchas veces la violencia es consecuencia de una provocación, y entonces, una vez estallado el conflicto, y resuelto en forma agresiva, solo encontramos víctimas: una es aquel que estalló en furia pues se sintió agredido por no ser aceptado en el grupo, porque fue objeto de burlas, porque fue insultado, porque fue discriminado, etcétera, y la otra víctima, es la que recibió la respuesta violenta, que nunca es merecida, y como la realidad nos ha mostrado puede llegar hasta costar vidas.
Lo mejor es prevenir la violencia fomentando el diálogo, la cooperación y la solidaridad, pero si a pesar de ello la violencia se hace presente en el aula; el docente, aunque cueste hacerlo, debe tratar de mantener la calma, separar del aula a las partes en disputa, calmarlos, y luego invitarlos a reflexionar y buscar una solución pacífica.
Los niños que se acostumbran a reaccionar violentamente o ser objeto de conductas violentas, es probable que se conviertan en adultos violentos, por eso un rol fundamental de la escuela es tratar estos temas, e intentar fomentar el diálogo, la escucha hacia el otro y el respeto de las diferencias, sin recurrir ni a insultos verbales ni a violencia física.