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Consecuencias del acoso escolar

Publicado por Hilda Fingermann

El acoso escolar o “bullying” es una práctica sumamente frecuente en los colegios, donde se da entre los alumnos una relación de poder o mejor dicho de dominación, basada en el miedo, que tiene como protagonistas a uno o más alumnos que hostigan a otro u otros; y como personajes secundarios al resto del curso. Todos sufren las consecuencias, pero de modo desigual.

El acoso puede consistir en continuos mensajes discriminatorios a los compañeros: burlas sobre su aspecto físico, su identidad sexual, su nacionalidad, su raza, su capacidad intelectual, su destreza física, su modo de expresarse, etcétera. En casos más graves, se llega a la violencia física.

Cada niño reaccionará ante ello, según su personalidad. Algunos lo harán en forma violenta, otros, preferirán retraerse y permanecer callados, soportando el acoso, y algunos les contarán lo que sucede a sus padres y maestros. Esto, que es lo ideal, puede ser negativo si los adultos se muestran indiferentes, con respuestas como “es un problema entre chicos, ya se va a resolver”, “acostúmbrate a resolver tus problemas” o “¿no lo habrás provocado?”, “¿Es verdad lo que cuentas?”. Es que muchas veces el o los agresores presentan ante sus docentes una actitud respetuosa, que no hace presumir el comportamiento que tienen con sus pares. En tal caso el alumno puede sufrir una gran crisis en su personalidad, volviéndose desconfiado, pues ya no puede creer en las instituciones que deberían protegerlo. Jamás debe minimizarse un pedido de ayuda por parte de un niño. Se debe convocar a las partes y escucharlas; tratando de encontrar soluciones; y si es necesario ante la prosecución del acoso, llegar a las sanciones.

Poner límites es una obligación de la institución escolar, ya que con ello se beneficiará tanto el agredido que se sentirá amparado por las normas escolares, como para el agresor, que necesita saber que su derecho no es ilimitado, si quiere ser un miembro útil de la sociedad que integra. Es probable que ellos mismos, sean víctimas de violencia familiar, que la trasladan a su relación con los otros.

Los padres también deben estar atentos al comportamiento del niño. Si advierten que no quiere concurrir a clases, si lo ven triste, angustiado, que refiere molestias corporales, llora, y no quiere manifestar la causa, lo mejor es acercarse al colegio para conversar con los docentes; de igual modo que si el niño les ha confiado ser víctima de bullying.

Dejar pasar estos hechos, pueden desembocar en gravísimas consecuencias en la personalidad de los niños que saldrán a la vida; los acosadores, creyendo que lo que deseen se logra por la fuerza y a costa de los otros, pudiendo, incluso, llegar al delito. Para las víctimas se sentirán frustrados, incomprendidos, faltos de valoración personal, y el resto de los compañeros podrá entender que lo que sucede en esta situación es algo natural, y trasladable a otras situaciones de la vida. No son pocas las veces, que para evitar ser ellos mismos víctimas, se ponen del lado del más fuerte, del agresor, reforzando su comportamiento, que empieza a ser imitado, y por lo tanto acrecentándose el problema.