El mejor alumno
El mejor alumno en un establecimiento escolar es en general, según las prácticas usuales, seleccionado en virtud de sus calificaciones. Aquel cuyo promedio es el más alto del curso es rotulado como tal, y al cierre de algún ciclo premiado con la portación de la bandera de la patria en los actos escolares.
El mejor alumno no es objeto de análisis, pues es quien ha logrado adaptarse eficazmente al sistema, logra entender a sus maestros, realiza los trabajos asignados, con puntualidad y sin errores, su comportamiento es correcto, y si cuestiona lo hace con respeto, siendo los ideales a alcanzar en el proceso educativo.
Sin embargo, el concepto de mejor alumno es un tanto subjetivo, y deriva muchas veces de la valoración de los profesores, teniendo ciertas consecuencias negativas. Tal vez ese alumno tiene una gran autoexigencia consigo mismo, o reclamada desde su familia, que le obliga a quitar horas a su esparcimiento o al sueño, para llegar a ser “el mejor”, mucas veces sin interesarle tanto lo que aprende sino las notas con que es “premiado”.
Poner a un alumno en una jerarquía con respecto al resto y destacarlo, puede ocasionarle ciertas consecuencias negativas. Entre ellas, crearle la exigencia de no poder equivocarse. Muchos docentes emplean frente a ellos frases tales como “Parece mentira, leía tu examen, y no podía creer que era tuyo, cómo pudiste equivocarte en algo tan sencillo” o “¿Conversando vos en clase?, ¡No puedo creerlo! Esto ocasionará al niño una pesada carga que lo obligará a impedirse errar, y cuando no lo consiga, generará una enorme angustia.
La relación con el resto de los compañeros, tampoco es fácil. Al destacarlo, puede generar celos y fricciones con otros alumnos que pretendan ese lugar, o ser visto por quienes no pueden lograr los objetivos académicos, como la encarnación de lo que nunca serán, y generarles rechazo.
Por supuesto que en la mayoría de los casos, le traerá enormes satisfacciones a él y a sus padres, pero no hay que dejar de observarlo. Muchas veces estamos tan concentrados en los alumnos con problemas de conducta de aprendizaje, que descuidamos a los alumnos que consideramos “buenos alumnos” sin ver que también pueden sufrir por no adaptarse a las conductas de sus pares, al no participar en bromas, en “rabonas” colectivas, y no merecer la calificación de “divertidos”. Muchos de ellos sienten que sus compañeros solo se les acercan para pedirles alguna tarea, sintiéndose muy parte del mundo adulto y del sistema escolar, pero muy excluidos con respecto a los otros niños.
Es típico que sea para sus compañeros, “el traga”, el “sabelotodo”, pero no nos olvidemos que también es un niño o un adolescente, con las necesidades propias de su edad, no lo llenemos de exigencias, alentémoslo a progresar cada vez más en su desarrollo intelectual, pero comprendiendo que las notas no es el fiel reflejo de lo que realmente sabe, debiendo aprender para saber y no para competir, ni consigo mismo, ni con los demás; sin olvidar que es un ser humano, y que necesita también alcanzar competencia social, para ser feliz, por sus logros académicos, y también por divertirse sanamente con sus amigos.