La educación religiosa
La educación y la religión estuvieron en sus orígenes muy relacionadas, al haber estado la educación en manos de las iglesias. Los Estados europeos, salvo el Reino Unido, aún persisten en la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, pudiendo optarse por otra materia llamada “Ética”. En América Latina comienza cada vez más a extenderse la educación laica, con el notorio disgusto eclesiástico.
La religión pertenece al ámbito privado de cada familia, quienes deberían poder optar si desean que sus hijos concurran a establecimientos que imparten religión, o educarse en normas éticas, a pesar de tener una religión, porque la educación laica de ningún modo es atea, sino que respeta las creencias individuales, y refuerza las conductas positivas para una mejor convivencia social.
En Argentina, la migración de muchos alumnos a colegios privados confesionales es muy alta, pues las cuotas son relativamente bajas (muchos están subvencionados por el Estado) y la calidad educativa es más alta, pues son excluyentes. Quedan fuera de estos establecimientos niños con problemas de conducta, con déficit de atención, con problemas cognitivos, o cuando no puedan pagar la cuota (en algunos casos se debe gestionar becas justificando la carencia de ingresos) a pesar de tener la familia gran vocación religiosa, mientras se permite el ingreso de niños que desean asistir a ella para estar mejor posicionados cognitiva y socialmente. La educación cristiana es así impartida a los mejores dotados intelectual y económicamente, mientras los pobres y con menos aptitudes o problemas familiares, deben concurrir a la escuela pública, laica, que heroicamente sigue luchando para retener lo que el sistema margina, intentando dar la mayor calidad posible, y educando en valores muy loables como la no discriminación y el respeto a la diferencia. El espíritu crítico tan necesario para la integración del futuro ciudadano en los valores democráticos solo podrá adquirirse en el marco del permiso para el cuestionamiento de los valores, y el aprendizaje de ellos por convicción y raciocinio, y no por la fe ciega.
En esta escuela pública donde en general se respeta el laicismo como valor, donde conviven niños con distintas identidades culturales, sin embargo también se pretende introducir la enseñanza religiosa, lo que fomenta la discriminación, como lo atestiguan los amparos que en la provincia de Salta (Argentina) que posee educación religiosa en las escuelas públicas, se están interponiendo.
La iglesia parece no resignarse a perder este dominio. Así lo expresó la Arquidiócesis de México en el VI Encuentro Mundial de las Familias celebrado entre los días 14 y 18 de enero de 2009 que considera esencial la formación religiosa para la adquisición de valores.
El debate es intenso en Venezuela, donde se denuncia que se quiere sacar “A Dios de las escuelas”.
Por supuesto la enseñanza religiosa es altamente positiva para quienes desean recibirla, pero será muy angustiante para quienes se sientan obligados a repetir sin poder objetar dogmas que no comparten, o también será una situación incómoda para los niños tener que retirarse de las clases, sintiéndose segregados. Para ello deberían las escuelas religiosas ser más inclusivas, para combinar lo que predican con lo que muestran, y dejar que la escuela pública siga formando seres humanos con valores éticos universales, que ante su pedido de justificación puedan ser avalados por necesidades de convivencia y progreso social y moral.