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Estudiar para saber

Publicado por Hilda Fingermann

Saber, de acuerdo a su origen etimológico (proviene del vocablo latino “sapere”) significa tener inteligencia y buen juicio. Comparte su origen con la palabra sabor, y por ello, el saber es el gusto por el conocimiento.

De allí que cabe preguntarse, si son muchas las personas que estudian realmente para saber, con placer, usando su razonamiento, y acrecentando con ello sus capacidades, o lo hacen por otros motivos.

Si consultamos a la mayoría de los estudiantes secundarios, seguramente nos dirán que estudian para aprobar las materias, y que les encantaría poder pasar de curso sin hacerlo, pues aún no comprenden la gran importancia de acrecentar sus saberes tanto conceptuales, procedimentales como actitudinales, como herramienta para su desarrollo y perfeccionamiento personal y social. Es tarea de los docentes demostrar que lo importante no es aprobar los exámenes, o los cursos, sino lo que queda de ello en cada uno de los estudiantes, cómo los transforma y los prepara para enfrentar los desafíos vitales con mayores posibilidades de superación.

Somos nosotros, los adultos, padres y docentes, quienes estamos acostumbrados a preguntar o interesarnos por los resultados del proceso educativo, visto en términos de calificaciones. Preguntamos generalmente: ¿Aprobaste? ¿Cuánto te sacaste? En lugar de decirles ¿Aprendiste? ¿En qué puedes aplicar lo que estudiaste? Valoramos a un buen alumno por las calificaciones que obtuvo, las cuales muchas veces no son el resultado de lo que realmente sabe, pues pudo por ejemplo, estudiar por repetición.

En el nivel universitario, debería ser lo común que los alumnos quieran saber, pues están estudiando lo que eligieron y a lo que se dedicarán toda la vida, y sin embargo, muchas veces, al no estar en algunas carreras demasiado vinculada la teoría con la práctica, no se percibe la finalidad de lo que se estudia, y se termina también estudiando para llegar lo más pronto posible a conseguir el diploma, y egresando con pocos saberes para enfrentar el mundo laboral.

Habría que estimular a las personas para que logren su perfeccionamiento cognitivo, moral y físico, independientemente del tiempo que les lleve aprobar las asignaturas u obtener sus diplomas, pues luego las consecuencias en cuanto a su éxito personal, profesional y social, pueden ser disvaliosas.