Concentrarse para estudiar
La concentración no es una característica propia de los jóvenes, sino de los adultos, pues quienes están creciendo desvían su atención en muchas cosas de su entorno que les interesa momentáneamente más que el estudio: paseos, juegos, deportes, amores, peleas, nuevas amistades, etcétera, sumado a los cambios en su cuerpo e intereses.
Sin embargo, sin concentración no puede aprenderse, pues la mente debe estar focalizada en el objeto de estudio para poder incorporarlo, relacionándolo con lo que ya se sabe (saberes previos) y que de esta manera se aprenda de modo significativo.
El estudiante debe estar auto motivado, debe saber la finalidad de lo que está ocupando su tiempo. Intentar que el objeto de estudio se convierta en atractivo e interesante es muy útil (si es un tema histórico o de Biología puede verse un video o película sobre el asunto, si es de Matemática, Física o Química, alguna aplicación práctica…)
Estar bien descansado y alimentado (no en exceso) facilita la concentración. El mejor horario es a la mañana, luego de 8 horas de descanso nocturno y un desayuno saludable. Evitar ruidos (hay personas que no pueden estar totalmente en silencio, y en este caso se sugiere escuchar una música muy suave). Debe contarse con una habitación aireada, con temperatura agradable, y que tenga todos los elementos al alcance del estudiante (libros, apuntes, hojas de borrador, lápices, lapiceras, resaltadotes, etcétera, para no levantarse a cada rato) y ordenados.
La concentración es una cuestión de hábito. Por ello es recomendable que se comience por media hora diaria, para ir acrecentando paulatinamente el tiempo dedicado al estudio, quince minutos cada día, hasta llegar al tiempo que se necesita según lo planificado, haciendo pausas breves (de 10 minutos cada hora) para volver a estudiar.