La enseñanza de la Filosofía
Amor a la sabiduría, como la describe su origen etimológico, es la materia ideal para aprender a pensar, que lógicamente debe conservar su autonomía, a pesar de que también se usen sus contenidos en forma transversal, pues es justamente eso lo que se trata de entrenar: esa insuperable capacidad humana, que sin embargo necesita de técnicas y metodologías para poder hacerlo correctamente.
Interrogar y hallar las respuestas a los problemas que la ciencia no ha podido aclarar a pesar de sus avances, debería ser un motivo de movilización suficiente para despertar el interés de los jóvenes. Sin embargo “pensar” no está de moda, y por eso son pocos los filósofos que surgen entre las nuevas generaciones.
Sin embargo no hay que bajar los brazos, ni inclinarse por el escepticismo. Hay que seguir enseñando las maravillosas enseñanzas de los sabios griegos, que aún continúan vigentes, y de las distintas corrientes de pensamiento filosófico que se han sucedido hasta el presente, para despertar las conciencias dormidas, para generar ideas y pensamiento crítico.
Si las preguntas no surgen del alumnado espontáneamente hay que sugerirlas; incentivar la opinión fundada, el diálogo constructivo, abrir debates a partir de películas o lecturas, y enseñar valores desde la Axiología, o patrones de conducta desde la Ética.
Es frecuente que los textos filosóficos usen una terminología poco accesible para los estudiantes primarios y secundarios. Por eso conviene indagar si comprendieron cada expresión filosófica, encontrando entre todos la interpretación más acertada según el pensamiento de su autor. El docente debe aprehender y aplicar el método socrático, la mayéutica, para extraer del educando, en todos los niveles de enseñanza, lo que ya conoce, para alumbrar los nuevos conocimientos, y formar en él capacidades intelectuales y morales, que lo convertirán en un buen ciudadano.