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Ventajas de un profesor exigente

Publicado por Hilda Fingermann

Profesor exigenteUn profesor exigente produce resultados objetivamente medibles que resultan mucho más satisfactorios a nivel cognitivo que lo que puede resultar de clases más permisivas. Esto está demostrado por amplios estudios y por las últimas pruebas internacionales que se reflejan en los informes PISA, donde los alumnos orientales, que son los más exigidos en sus respectivos colegios, son los que mejores puntuaciones obtuvieron. Lógicamente, a mayor exigencia, mejores resultados académicos.

En la Universidad de Claremont (california) se realizó una investigación que terminó en el año 2005, que corroboró el mismo resultado: el rendimiento académico es directamente proporcional a la exigencia del docente.

Esto que exponemos se condice con la enseñanza tradicional, autoritaria, que puede ser además reflexiva y crítica, ya que la exigencia puede ser también a nivel de participación áulica y de razonamiento lógico y crítico, y no solo relacionarse con la memorización.

Hay muchos estudiantes que poseen grandes potencialidades, pero no ponen esfuerzo en aprender; y esto sumado a una baja exigencia tendrá como consecuencia un fracaso escolar que podría evitarse si comprendieran desde temprana edad que el esfuerzo es importante, y que el talento solo no alcanza. Sin embargo otros alumnos, pueden verse sobre exigidos, frustrarse y caer en la pasividad y la apatía, al resignarse a no poder alcanzar los altos objetivos que pretende su maestro.

Debemos tener cuidado, pues bajo la máscara de «profesor exigente» puede esconderse un ser autoritario, omnipotente, irrespetuoso de los derechos de los demás y deseoso de humillar a los niños, para ocultar sus propias debilidades, y cuya meta no sea que los alumnos egresen mejor preparados sino que él sea el único dueño de un saber inalcanzable a los que pretende educarse.

El maestro debe exigir a cada alumno lo que éste puede darle: no todos son iguales y eso no significa que uno sea mejor que el otro, sino que poseen diferentes capacidades o atraviesan diferentes circunstancias. El docente se debe dar cuenta o averiguar, sin presuponer, si un niño no hace la tarea por ser indisciplinado o negligente; o si no la realiza por algún problema intrínseco o extrínseco a su persona. Si el educando por ejemplo, no estudia para un examen pues ha tenido un problema familiar o se ha sentido enfermo, y por ello, recibe nuestra reprimenda, solo le generaremos mayor angustia.

Debemos recordar que el ser humano es una unidad de cuerpo y mente, que siente y sufre muchas adversidades, y que se diferencia bastante de una computadora, que cuanta más información y programas le carguemos mejor eficacia tendrá.

El justo medio del que ya nos hablara Aristóteles es lo más conveniente: no desestimar las posibilidades del alumno dándoles pocas tareas por creer que no pueden hacer más (o peor aún por no tener nosotros, deseos de corregir tanto) pero tampoco sobresaturarlos de contenidos que los agobien, y que lleguen a odiar a la institución educativa, que en vez de ayudarlos a crecer como personas intentaría en ese caso, convertirlos en robots.