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La atención en clase

Publicado por Hilda Fingermann

Un alumno que no atiende al desarrollo de la clase seguramente no aprenderá, salvo que tenga innatas las cualidades de estudiante autónomo, lo que es muy difícil. Hay alumnos que están físicamente presentes, pero mentalmente ausentes, lo que significa que no participan del proceso educativo. El primer paso para obtener información (podríamos agregar cualquier tipo de conocimientos) según el modelo de Atkinson y Shiffrin es la atención. Los procesos mentales que implican la atención permiten seleccionar, ordenar, transformar y llevar la información desde donde es captada hasta el registro sensorial. Si se está distraído la memoria a corto plazo retendrá la información por mucho menos tiempo, y menos aún ingresará en la memoria a largo plazo, pues no se asociará con ningún otro conocimiento previo.

Prestar atención es necesario tanto para escuchar activamente al docente, seleccionando y reteniendo la información relevante, como para atender a la tarea que se encomienda realizar, y prestarle atención también a la misma.

La atención del alumno es más fácil de ser captada cuando el tema y los recursos didácticos que el docente propone y posee, resultan interesantes, pues la atención requiere ser motivada cuando no se cuenta con motivación intrínseca. A pesar de ello puede resultar que en algunos alumnos prestar atención les resulte dificultoso, pues están absorbidos por sus propios pensamientos. En la adolescencia es frecuente que los alumnos estén más interesados en el descubrimiento de sus transformaciones físicas y emocionales, que en saber las causas de la revolución Francesa o el Teorema de Pitágoras.

Se debe ser creativo, buscar tareas atractivas y recurrir al juego, que es una gran estrategia para captar la atención en grupos desmotivados para conseguir el desarrollo participativo de la clase.

Hay que tener especial cuidado con aquellos alumnos que presentan el llamado déficit de atención, que no es fácil de diagnosticar, y sí es fácil de confundir con otros problemas de conducta o con alumnos simplemente inquietos. En estos casos conviene consultar al gabinete psicopedagógico y comunicar la posibilidad a los padres para derivar al niño a un especialista, pues cualquier error de diagnóstico puede traer consecuencias muy perjudiciales.