Libros o computadoras
Las generaciones como la mía, que ya cuento medio siglo, hemos crecido con los libros impresos en papel, por una editorial, los que han sido nuestra única referencia bibliográfica. Eran la fuente del saber a la que acudíamos, y no dudábamos en creer lo que allí decía. En una discusión quien quería obtener la razón, fundaba sus dichos en tal o cual autor, cuyas enseñanzas podían ser verificadas en un texto impreso. Incluso solíamos decir “la maestra se equivocó en el libro dice otra cosa” o “no discutamos más fíjate en el libro que ahí está la verdad”.
En la actualidad la computadora se ha metido en nuestros hogares, y permite por medio del acceso a Internet, contar con una amplia variedad de información a veces certera y otras veces no tanto. Sabemos que cualquiera, sin acreditar conocimientos, puede subir información, que luego es copiada por otros sitios, se multiplica y crea la apariencia de certeza aunque sea mentirosa. Sin embargo, muchísimas veces hallamos contenidos que están mucho más actualizados que los que figuran en nuestros libros, pues la información avanza y los textos se han detenido en nuestra biblioteca. Por eso es bueno que los estudiantes aprendan a cotejar lo que figura en los libros con lo que pueden obtener de la red, sin descartar nada a priori. He escuchado a muchos profesores decirles a los estudiantes que no admitirán que expresen o usen ningún contenido que no sea lo que figure en un texto en formato libro, desconociendo que cada vez más las nuevas generaciones deben convivir con lo que les llega de Internet y es bueno que aprendan a diferenciar sitios confiables de los que no lo son.
Es por ello que en esta oposición no me parece que haya que descartar nada, los libros aún mantienen su vigencia, pero pueden ser comparados, ampliados y actualizados con la información que llega de Internet, e incluso esta fabulosa herramienta sirve para descargar en forma gratuita muchos libros, a cuyo acceso estaríamos limitados por razones económicas.