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Alumnos integrados

Publicado por Hilda Fingermann

Un alumno integrado es aquel que tiene necesidades especiales por sufrir algún tipo de discapacidad física y/o mental, que se incorpora a un grupo donde si bien los alumnos tienen cada uno sus rasgos particulares y distintivos, y aptitudes diferentes unos de otros, no presentan ningún síntoma que pueda significar un requerimiento pedagógico especial.

O sea, implica, introducir un educando que precisa de un acompañamiento especializado en una escuela común, con un maestro o profesor al frente del curso que no tiene formación en educación especial.

Los grupos nunca son totalmente homogéneos, ya que cada persona tiene sus rasgos peculiares y fortalezas y debilidades diferentes, como tipos de inteligencias existen. Sin embargo, en los casos de alumnos integrados, se necesita de mucha experiencia y conocimiento de la condición especial del alumno, para manejar las diferentes situaciones áulicas que puedan presentarse cotidianamente.

Los alumnos integrados pueden presentar diferentes problemáticas, entre ellas, hipoacusia, ceguera, síndrome de Down, retraso madurativo, etcétera, que exige que el docente sepa cómo acercarles la información, en cuanto a estrategias de aprendizaje, que se adapten a cada uno de ellos, para lo cual es indispensable la presencia de un maestro integrador, formado en educación especial, que acompañe el proceso, figura que muchas veces está ausente, y entonces el maestro improvisa respuestas, que en vez de favorecer el proceso de integración lo condena al desastre.

Se debe recordar que la integración no es solo que el alumno aprenda los contenidos de acuerdo a su programa especial, sino que interactúe positivamente con sus compañeros, para enriquecerse socialmente, él y los demás, que aprenderán a reconocer, respetar y valorar la diversidad.

Las escuelas están obligadas a recibir a niños para ser integrados, pero no todas cuentan con un proyecto adecuado que los incluya de modo efectivo, por eso es necesario averiguar bien, cuáles son las escuelas comprometidas con una integración real a nivel afectivo, social e intelectual, antes de inscribir al niño, para que no pase momentos de frustración y discriminación.

Que resulte la experiencia buena o mala, va a depender esencialmente del compromiso de toda la comunidad escolar: familias, alumnos, docentes, auxiliares y directivos, que estén dispuestos a preguntar, consultar, escuchar, aconsejar, acompañar, guiar, orientar, sin juzgar y etiquetar, y además, confiando en las potencialidades de cada uno de los niños, que pueden superarse día a día, sin prejuzgar sobre sus posibilidades, pues en la mayoría de los casos, los alumnos integrados, nos sorprenden con sus logros académicos y su inteligencia social.