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La autoridad del docente

Publicado por Hilda Fingermann

El mando y la obediencia deben estar presente en la escuela como en toda organización social que necesite mantener un cierto orden para el cumplimiento de sus fines. En épocas pasadas era incuestionable la autoridad del docente, cercana al autoritarismo, pues sus opiniones y decisiones eran incuestionables. Hoy en día, de la mano de una democracia mal entendida; el maestro ha perdido autoridad, al punto de ser objeto de graves faltas de respeto y cuestionamientos infundados. Si bien el docente puede equivocarse, y es bueno que se permitan discrepancias con sus dichos o acciones, no debe olvidarse que el docente no es un par con respecto a los alumnos, que deben dirigirse a él con las maneras que exige el trato hacia un superior jerárquico.

El respeto hacia los derechos del niño, exigen que el educando sea escuchado en sus reclamos, pero éstos no pueden ser hechos de cualquier manera, pues su educación exige que aprenda cómo dirigirse hacia el prójimo, pues además de derechos, tiene obligaciones, para respetar los derechos de los demás.

La sociedad toda debe entender que la autoridad docente es necesaria para el pleno desarrollo de los niños y adolescentes que deben formarse en el marco de normas y reglas de conducta, que tanto ellos como el docente deben respetar.

Es bueno que los padres se acerquen al colegio para dialogar con el docente, haya o no problemas, para estar informados sobre los logros y falencias de sus hijos en el proceso de enseñanza-aprendizaje, para colaborar desde el hogar con la escuela, complementándola y no rivalizando con ella.

Además, es importante resaltar que la autoridad del docente no debe ser vista como una imposición, sino como una guía. El docente tiene la responsabilidad de guiar a los estudiantes a través del proceso de aprendizaje, proporcionando un marco de referencia y estableciendo límites claros. Esta autoridad se basa en su conocimiento y experiencia, y se ejerce con el objetivo de facilitar el aprendizaje y el desarrollo de los estudiantes.

Por otro lado, la autoridad del docente también implica la capacidad de tomar decisiones que afectan al grupo de estudiantes. Estas decisiones pueden estar relacionadas con el currículo, la metodología de enseñanza, la evaluación y la disciplina. En este sentido, la autoridad del docente es un elemento esencial para el funcionamiento eficaz del aula.

Por supuesto el maestro debe ganar su autoridad desde su ejemplo ético, su saber, su puntualidad, su apertura al diálogo; y en caso de que esto no ocurra puede recurrirse a los medios que legalmente se prevén para resolver casos puntuales como maestros que maltratan a los niños, no explican contenidos, etcétera. Sin embargo, mientras los padres indagan y se interiorizan de estas cuestiones que suceden en el aula, el alumno debe permanecer ajeno a todo tipo de calificativos que los padres puedan hacer sobre el docente. Es frecuente que en la casa se diga, con razón o sin ella: “Este maestro no enseña nada” o “Cómo falta, y después quiere que los chicos aprendan” pues estos comentarios pueden inducir al niño a no respetar a su maestro y en definitiva, perjudicar su aprendizaje.

Si se sospecha que algo anda mal, se debe comunicar con el maestro, con la mente abierta para escuchar, pues en la mayoría de los casos, lo que el niño cuenta en la casa no es lo que realmente sucede en la escuela; si el resultado no es satisfactorio, y se piensa realmente y con ciertas pruebas, que el niño es objeto de algún tipo de desvalorización o injusticia, acudir a la dirección de la escuela, y aún a instancias superiores, pero sin intervención del niño, que no podrá aprender, si no confía en quienes le enseñan, o no siente respeto por ellos, sobe todo si está avalado por sus propios padres.