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La complejidad del proceso educativo

Publicado por Hilda Fingermann

El proceso de enseñanza-aprendizaje trasciende la relación docente-alumno o grupo de educandos, ya que intervienen en el mismo muchas variables que están dentro y fuera del ámbito escolar.

Reducir el éxito o el fracaso de la tarea áulica sólo a cuestiones inherentes a docente o alumnos es acotar el problema y simplificarlo, a tal punto que no se resolverá, ya que son fenómenos multicausales.

Un docente que enseña en un aula superpoblada y mal acondicionada, con programas anticuados, con directivos que le dejan poca libertad de cátedra, en un contexto social crítico, con familias desinteresadas en el rendimiento escolar, no obtendrá los resultados esperables, aunque su esfuerzo y el de sus alumnos haya sido óptimo.

Además, la complejidad del proceso educativo se incrementa con la diversidad cultural y social de los alumnos. Las diferencias en los antecedentes culturales, las experiencias de vida y las habilidades de aprendizaje de los alumnos pueden requerir enfoques de enseñanza diferenciados. Los docentes deben ser sensibles a estas diferencias y adaptar su enseñanza para satisfacer las necesidades individuales de los alumnos.

En la interacción también influyen, el grado de homogeneidad de conocimientos previos de los educandos, sus distintos intereses personales, el grado de cooperación que se logre, la predisposición docente al diálogo y al reconocimiento de las diferencias individuales, su adaptación a los nuevos medios tecnológicos, etcétera.

Incluso todas las variables, interactúan entre sí, lo que torna aún más compleja la práctica educativa, donde es deseable que el niño integre significativamente los nuevos aprendizaje para modoficar su conducta futura, lo que desde ya, es un desafío trascendente.

La propia complejidad del proceso requiere entonces, no ceñirse estrictamente al currículo ya que la oportunidad de educar está en todas partes y a cada momento. Que el proceso educativo sea complejo, debe verse más que como un escollo, como una oportunidad, pues resolver situaciones problemáticas es la mejor enseñanza que podemos transmitirles a los niños, ya que ellos a lo largo de su vida tendrán que exponerse a esos obstáculos, y deberán resolverlos del mejor modo posible.

Además, la complejidad del proceso educativo también se ve afectada por los cambios en la sociedad y la tecnología. Los avances tecnológicos, por ejemplo, han cambiado la forma en que los estudiantes aprenden y los docentes enseñan. Los docentes deben estar al tanto de estos cambios y adaptar su enseñanza para mantenerse relevantes y efectivos.

Cada alumno y el maestro llegan al aula con expectativas, miedos, ansiedades, problemas personales y familiares, modos particulares de ser y de hacer producto de su propia personalidad y aprendizaje social; y todo esto influye en la complejidad de la dinámica áulica. No solo se trata de transmitir saberes, sino de crear el clima adecuado para hacerlo, por lo que el docente tiene que usar su capacidad intuitiva y reflexiva, su observación constante, su escucha activa, si quiere detectar todas las influencias positivas (para reforzarlas) y las negativas (para corregirlas, o al menos minimizar su impacto).

En este sentido, es crucial que los docentes estén equipados con las habilidades y conocimientos necesarios para manejar la complejidad del proceso educativo. Esto puede requerir formación continua y desarrollo profesional para mantenerse al día con las últimas investigaciones y prácticas en educación. Además, los docentes deben estar dispuestos a reflexionar sobre su propia práctica y buscar formas de mejorar y adaptarse a las cambiantes necesidades de sus alumnos.