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Las faltas de ortografía

Publicado por Hilda Fingermann

La escritura tiene sus reglas. No se puede escribir de cualquier modo si queremos darnos a entender. En primer lugar, debemos usar las palabras con el significado correcto y armar las oraciones de modo coherente. Pero, amén de ello, las faltas ortográficas indican que el dominio lingüístico no se ha alcanzado con plenitud.

Un escrito de contenido argumentativo sólido puede perder calidad si se acompaña de faltas de ortografía, y un currículum presentado para una solicitud de empleo, puede condenar a su dueño a perder la oportunidad laboral, por errores de escritura. Esto cada vez se observa con mayor frecuencia, ya que las personas escriben con muchas faltas ortográficas, aun en la universidad o ya graduados como profesionales, incluso de la docencia. La escritura en las redes sociales ha contribuido a empeorar la cuestión.

Como toda norma convencional, la ortografía debe aprenderse en base a reglas, que a veces no tienen un sentido lógico, como por ejemplo “siempre va la m antes de la p o de la b”. La acentuación también se basa en normas prescriptivas, que indican cómo deben acentuarse las palabras agudas, graves o esdrújulas.

Aprender a escribir sin faltas ortográficas requiere tiempo y atención, siendo conveniente trabajar en ello desde edades tempranas, antes de que escribir mal, se constituya en hábito.

Uno de los problemas más graves de las faltas ortográficas es escribir mal porque se pronuncia mal la palabra oralmente, como cuando se dice “gueco” en lugar de hueco o “aúja” en lugar de aguja.

Ya hemos tratado este tema en el artículo “Cómo mejorar la ortografía”, por lo que ahora nos dedicaremos a analizar si realmente es nefasto colocar una “s” por una “c”, una “v” por una “b” y viceversa, o escribir una palabra sin “h” o agregársela si no corresponde, no acentuar o hacerlo inadecuadamente, entre otras faltas que suelen verse.

Los alumnos en la escuela protestan cuando se les corrige las faltas de ortografía, pues pretenden escribir sin respetar las reglas, por comodidad y pereza, y por una cuestión natural de la niñez y la adolescencia a desapegarse de las reglas; pero esto no solo es un reclamo de los educandos que buscan facilitar la aprobación de cursos, aprendiendo poco, sino que personajes reconocidos en el ámbito de la educación y las letras, también se han expresado a favor de la libertad ortográfica, en contra de quienes lo consideran una falta de respeto.

Un argumento importante que avala el uso correcto de la ortografía, es la confusión que genera el uso de parónimos mal escritos. Ejemplos: Si escribo “cayado” queriendo decir “callado” quien lo lee puede creer que me refiero a un bastón y no a alguien que permanece en silencio, o si se emplea “caza” en lugar de “casa”, el lector piensa que estoy hablando de atrapar a un animal salvaje, y no de una vivienda.

Aunque parezca increíble el “Padre del Aula”, Domingo Faustino Sarmiento, no era riguroso en cuanto a ortografía se refiere. escribió “Memoria (sobre una ortografía americana)”, que presentó en Chile, el 17 de octubre de 1843, en la facultad de Filosofía y Humanidades, donde hacía la propuesta de acriollar la escritura, o sea, que se adapte a la pronunciación de los criollos (que pronuncian la z como s y la v igual que la b) alejándola de sus raíces latinas, para facilitar el proceso de enseñanza.

Otro famoso que impresionó con su discurso revolucionario, mucho más recientemente, con respecto a la ortografía, fue el escritor Gabriel García Márquez, quien lo expuso en el año 1997, nada menos que ante el Congreso Internacional de la Lengua reunido en Zacatecas (México), donde expresó que se “debe liberar a la lengua de sus fierros normativos”, humanizar las leyes, recomendando la simplificación gramatical, antes de que sea la gramática la que nos simplifique, y sin más agregó, que se debe “jubilar la ortografía”. para pensar, ¿no?