Las normas en la escuela
Un mundo sin normas sería caótico, cada cual haría lo que quisiera y los derechos de todos estarían amenazados. En la escuela, como en la familia, en un club, en una institución religiosa, en una ciudad, en un país, deben existir condicionamientos al ejercicio libre de los derechos para no perjudicar a otros, ni atentar contra las normas morales.
Los niños y adolescentes son proclives a desafiar los límites impuestos por las reglamentaciones, que prescriben modos de actuar, y prohíben otros, pero también las piden y las exigen cuando alguien osa molestarlos o atentar contra sus bienes o su propia persona, y son los que solicitan los castigos más duros ante el incumplimiento de lo prescripto. Esto es así justamente porque son niños, y se debaten entre la expresión más libre de sus sensaciones y la conciencia de un deber que está en formación, y que tenemos que contribuir a construir.
Somos los adultos los que debemos fijar hasta donde pueden llegar en el despliegue de sus conductas, haciéndolos participar en la medida de lo posible, en la elaboración de estas listas de conductas permitidas y prohibidas, para que se sientan parte, entiendan su sentido, y aprendan a respetarlas por compromiso social, más que por evitar el castigo, y se acepte sus críticas cuando se trate realmente de normas carentes de sentido, las que habrá que derogar.
Aprender a convivir dentro de un sistema normativo, no solo contribuirá a que las clases se desarrollen en forma armónica posibilitando el diálogo, la colaboración y la escucha activa, sino que también la enseñanza del respeto a las normas es una función propia del sistema educativo, que lo convertirá a los educandos en adultos responsables de sus actos, para que sepan obedecer las normas equitativas y traten de cambiar por los canales que ofrece la democracia, aquellas que le resulten injustas. La enseñanza de la importancia de las normas integra la educacion en valores ciudadanos, tan importantes en nuestra democracia.