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La educación en el siglo XXI

Publicado por Hilda Fingermann

La educación del siglo XXI debería acomodarse a la realidad, seguir su paso, acompañarla, y no quedarse en métodos del siglo pasado, aplicables a esa sociedad, y no al mundo globalizado, poblado de imágenes y de avances tecnológicos que permiten comunicaciones sin impedimentos de distancia, que caracterizan al presente. Esto no significa que la escuela no deba reivindicar valores olvidados o enseñar el pasado, para interpretar eficaz y moralmente el presente, y analizarlo críticamente. Los docentes de hoy deben luchar contra “los celulares” que se meten en las aulas al menor descuido, y distraen el desarrollo de la clase; con alumnos y padres que les niegan su autoridad; con propuestas “rabonas” colectivas que se organizan desde Internet; con las máquinas de “jueguitos” que les quitan tiempo a los alumnos para hacer tareas, lo mismo que el “chat”.

La educación del siglo XXI es muy compleja y exige comprensión, pero también límites. No se debe permitir que el alumno en la escuela haga lo que quiera, y aquí está muy comprometido el personal directivo que debería apoyar al docente en cuanto a la puesta de límites, ya sean llamados de atención, citación a los padres, o incluso, cambio de turno o de escuela, para educar en libertad, pero con compromiso y responsabilidad. La democracia no es ausencia de normas, sino todo lo contrario. No se puede convivir en libertad y armonía sin reglas claras. Cada vez más asistimos a clases donde los alumnos saben que hagan lo que hagan resultarán sin castigo, pues se entiende inclusión con permitir “cualquier cosa” inclusive faltas graves de respeto. El alumno no debe ser excluido del sistema educativo, pero debe saber que si actúa bien, tendrá su recompensa, aprendiendo y pasando de curso, y que si se comporta incorrectamente será sancionado como antes se expuso. Por supuesto debe ser escuchado y atendido en sus reclamos, cuando los haga con respeto y los fundamente.

La educación exige valorar a cada alumno en toda su expresión, no solo como alumno sino como ser humano integral, con sus distintas capacidades y necesidades, ateniéndonos a la teoría de las inteligencias múltiples, y sin encasillarnos en el coeficiente intelectual de cada uno, lo que nos abrirá como educadores un gran abanico de posibilidades.

La educación del este nuevo siglo, requiere aprender significativa y críticamente, para incorporar los conocimientos en forma duradera, progresiva y sabiendo su sentido, percibiéndolos como útiles y necesarios. Debe estimularse la creatividad, la participación, el respeto por el otro, y la solidaridad, necesarios para convivir en una sociedad democrática.

Las evaluaciones deben ser prioritariamente formativas, a partir de las evaluaciones diagnósticas, aprovechando cada evaluación como un compromiso para mejorar, repensar o cambiar el rumbo del proceso, tanto educador como educando.

Otro desafío es el aprendizaje de lenguas extranjeras tomando en cuenta la apertura del mundo y la posibilidad de acceso a fuentes de información que se hallan escritas en otros idiomas.

Los avances tecnológicos pueden ser utilizados como grandes métodos de motivación. Enseñar el uso de Internet para obtener información, proyectar películas para extraer de ellas contenidos y generar debates, e incluso usar ciertos video juegos como propuestas de aprendizaje (es muy común ver como los niños aprenden las banderas de los países a partir de que aparecen en los juegos de fútbol, o las costumbres de la Edad Media, cuando allí están ambientados los juegos de lucha).

La televisión se ha instalado en los hogares y no podemos desconocer que existe, que ejerce gran influencia sobre las mentes jóvenes y que muchas veces lo que transmite no es valioso. Lo que sí podemos, es discutir esos contenidos, ver qué sociedad pretenden formar, y si es lo que ellos quieren para su propio futuro y el de la humanidad, repensando los valores que se nos muestran y los que son verdaderamente positivos.