La escuela en época de coronavirus
La pandemia, que tiene recluidas en los hogares a casi todas las personas, salvo a quienes prestan los servicios esenciales exceptuados, ha demostrado la importancia de la educación a distancia, modo de impartir enseñanza, para lo que la mayoría de docentes, padres y alumnos no estábamos preparados, y hubo que improvisar de un día para otro.
También dejó en evidencia, la importancia del vínculo físico entre maestros o profesores, y alumnos, que no encuentran la debida contención, en una palabra, una sonrisa, un gesto de estímulo, separados ahora, por un ordenador, o recibiendo la tarea vía mensaje de texto, audio de WhatsApp o correo electrónico. Los docentes también se ven desbordados, recibiendo tareas para corregir, en fotos de hojas de carpeta, donde hay que “adivinar” lo que los alumnos quisieron responder, sin poder realizar un feedback adecuado.
La brecha tecnológica entre algunos alumnos y otros, es reveladora de la gran desigualdad, que, a pesar de la voluntad política de lograr la inclusión no ha llegado a todos. Muchos alumnos no tienen computadoras o conexión a Internet o impresora, para poder hacer sus actividades, que reciben con indicaciones básicas, y con el apoyo de padres, que no siempre han completado sus estudios.
Esto ha demostrado, además, que, si bien los alumnos nacieron en una era tecnológica, no dominan las herramientas destinadas a recibir información, ya que el acceso a las aulas virtuales y su uso, ha sido igualmente un desafío para docentes y alumnos, cualquiera sea su edad.
Otro gran problema que se plantea es el de la evaluación de contenidos, que nos lleva a reflexionar, sobre qué y cómo queremos hacerlo, atento al nuevo escenario planteado, que nos mueve a repensar la efectividad de los tradicionales exámenes orales y escritos.
Los alumnos no están acostumbrados a esta modalidad, que implica cierta autonomía, especialmente en cuanto horarios y a la comprensión de consignas, sobre todo en el nivel primario. Extrañan, además, el vínculo con sus compañeros, los juegos y las charlas del recreo, tan importante, como la transmisión de saberes.
Esto nos deja la lección, de que tenemos que capacitarnos e incorporar la tecnología al aula, para usarla como herramienta de apoyo, y tenerla disponible, bien planificada y estructurada, capacitando en su uso a las partes del proceso educativo, para usarla en casos de emergencia, como el actual, sin tener que armarla de modo improvisado, muchas veces, con plataformas confusas, de difícil accesibilidad, aprendiendo a tropezones, con estrés; y reconocer la importancia de la escuela, ese lugar de encuentro físico y emocional, tantas veces criticado y ahora tan añorado.