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Los alumnos de la escuela secundaria no estudian

Publicado por Hilda Fingermann

Lo dicen las estadísticas, y lo confirman los docentes: cada vez son más los alumnos que le dedican muy poco tiempo a las tareas escolares, y principalmente al estudio, ya sea porque les aburre, porque sus padres les exigen realizar tareas en el hogar suplantándolos mientras ellos trabajan, porque trabajan además de estudiar, ya sea por necesidad o para lograr independencia económica, porque pasean o juegan videojuegos, porque miran series de televisión, porque sus mentes están ocupadas en pensar en sus amores, o, peor aún, porque duermen más de lo debido. Esto último parece increíble, pero es habitual preguntarles a los adolescentes qué hacen cuando están en sus casas y responden: “Nada, solo duermo”.

Se acusa a las metodologías escolares de ser retrógradas, y en parte es verdad; pero tampoco debemos desconocer que estudiar no es un pasatiempo, y que, si bien no debe ser un martirio, requiere cierto esfuerzo de concentración, difícil de lograr en una época donde los jóvenes viven un proceso de cambio psicológico y corporal. Esto ha existido siempre, pero en la actualidad la problemática se profundiza por la cantidad de factores de distracción que encuentran y que son mucho más llamativos que las lecciones escolares.

Los alumnos creen que basta con estudiar unos minutos, o que leyendo ya saben el contenido, pues la inmediatez de los nuevos medios de comunicación, les reclama hacerlo todo rápido, fácil y con un simple “clic”, pero el cerebro humano necesita procesar la información, relacionarla con otros conocimientos y luego, recién almacenarla en la memoria a largo plazo.

Las estrategias de aprendizaje también son rechazadas, y se suplantan por técnicas facilistas, del tipo “copiar y pegar”; y así llegan a la universidad sin conocimientos previos, tanto conceptuales como procedimentales, faltándoles habilidades mínimas para sostener estudios profundos, como la escucha activa, la toma de notas, el subrayado, la elaboración de cuadros sinópticos, etcétera.

Hay quienes proponen que los alumnos solo deberían estudiar lo que les gusta, y que así habría éxito, pero el día a día nos muestra, que aún en las materias donde el alumno muestra más facilidad y gusto, tampoco es capaz de poner esfuerzo en aprehender los contenidos.

Por supuesto que hay excepciones, pero la gran mayoría responde a este modelo, que se observa tanto en escuelas públicas como privadas en Argentina, y los docentes, muchas veces optan por exigir menos con tal de que los alumnos continúen sus estudios, especialmente en las escuelas del Estado, donde se trata de que los niños y adolescentes no queden excluidos de la escolaridad. Pero bajando la exigencia, también baja la calidad y el alumno se encuentra en el sistema, pero con grandes desventajas futuras con respecto al que ha aprendido a estudiar.

Es frecuente también que quienes no estudian, justifiquen su actitud diciendo que cambiarán en la universidad, y en esa instancia le dedicarán más tiempo, lo que a veces sucede, pero muchas no, pues falta la formación del hábito. Por ello, es que debe exigirse al alumno que estudie, incorporando esta costumbre de modo gradual.

Se necesita también de la ayuda familiar para que se controle el tiempo de acceso a las redes sociales o de exposición a la televisión; para que el adolescente cuente con el espacio y el tiempo para estudiar, para que los padres se involucren, preguntándoles qué dificultades tienen, con qué asignaturas están más cómodos; y hablar con los profesores y directivos, para hallar entre todos, el modo de que el educando se sienta contenido y valorado, además de que comprenda la vital función de educarse para tener un futuro mejor. para ello, es vital predicar con el ejemplo, comprometiéndose todo el grupo familiar a usar menos el celular, por ejemplo.