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La mediación escolar

Publicado por Hilda Fingermann

Las nuevas generaciones, nacidas para vivir en democracia, deben aprender a resolver pacíficamente los conflictos, y desterrar las agresiones verbales y físicas. Para ello, lo mejor es educar con el ejemplo, ya que la violencia, en general, engendra resentimiento y más violencia.

A las practicas habituales disciplinarias aplicables en las escuelas, consistentes en sanciones, se le ha provisto de una nueva herramienta, que no sanciona sino que enseña la convivencia armónica, la importancia del diálogo y los contratos en la busca de soluciones.

En las relaciones humanas siempre habrá conflictos de intereses, pero llegar a acuerdos es lo deseable para el bien personal y común.

Para ello, la mediación supone que ante la aparición de un conflicto en el aula entre dos o más alumnos, o entre los alumnos y el docente, aparezca una figura neutral, adulta y capacitada, que puede ser el mismo maestro cuando no es parte en el conflicto, un integrante del gabinete escolar o un directivo, que facilite la llegada de acuerdos. La creación de un centro especializado de mediación sería lo más aconsejable y deseable, aunque muchas veces no existe para ello ni presupuesto ni infraestructura. Es también saludable capacitar a los alumnos para que ellos mismos actúen como mediadores en conflictos menos graves, que surjan entre sus compañeros.

Lo primero es restaurar la calma. Retirar a las partes involucradas del salón de clases y una vez restablecido el orden y calmadas las emociones violentas, se procede a escuchar a las partes, asignándoles un tiempo a cada una. El mediador debe limitarse a escuchar sin opinar, y solo dirigiendo y ordenando el diálogo, formulando preguntas, en su mayoría abiertas, o sea aquellas cuyas respuestas exijan una explicación, y no limitarse a decir sí o no. El mediador no debe juzgar, ni retar, solo escuchar, preguntar y repreguntar, volviendo muchas veces a repetir en forma de pregunta lo que afirman las partes para que se escuchen a ellas mismas. Pueden intercambiarse roles, haciendo poner a una de las partes en el lugar del otro, lo que resulta muy efectivo. En el caso de que se involucre a un docente, aún cuando se escuche respetuosamente al niño, no debe perderse de vista la figura de autoridad del maestro con referencia al niño.

Una vez delimitada la cuestión conflictiva, se pide que cada uno elabore propuestas de solución (lluvia de ideas). De entre ellas se escogen las más adecuadas de común acuerdo, y luego se firma un convenio sobre los pasos a seguir, que ambas partes se comprometen a cumplir.

A posteriori, se debe hacer un seguimiento sobre el cumplimiento del acuerdo. No todo puede ser objeto de mediación y muchas veces la mediación fracasa, por lo cual no significa que no deban aplicarse sanciones en ningún caso, sino solo en casos extremos y cuando la mediación resulta impracticable o no se llega a un acuerdo, o éste no es cumplido.