Alumnos rotulados
¿Cuántas veces hemos puesto rótulos a la gente o nos han puesto alguno? Esto es inevitable en la sociedad y también entre los niños en la escuela; pero cuando el rótulo es puesto por un maestro a un alumno es aún mucho más grave, pues inconscientemente lo obligamos a desempeñar el papel que el rótulo inexorablemente declara: “es un niño conflictivo”, “es un alumno brillante”, “es un chico responsable”, “no puede aprender”, etcétera. Esto funciona de la misma manera que ocurre en la familia, el presagio se cumple y el efecto Pigmalión se ofrecerá en todo su despliegue.
¿Para qué va a insistir el docente en explicar una vez más el contenido a ese niño que no tiene aptitud, interés o predisposición para el aprendizaje? ¿Para qué el alumno se va a esforzar si siente que su maestro ya lo etiquetó y él mismo sufre esa indefensión aprendida tras una serie de muchos fracasos? Etiquetar a alguien de modo negativo puede impedirles cambiar, mejorar, progresar. Lo que hay que hacer es reconocer la dificultad existente con la mayor objetividad posible y trabajar para mejorar la situación. Si vemos que un niño tiene dificultades cognitivas, se debe pedir ayuda para evaluar a través de profesionales el grado de madurez mental del alumno, precisar las causas, las posibilidades de progreso; y no bajar los brazos como si fuera un producto descartable. Si el alumno no presta atención, si se distrae, es posible que también sea un problema de maduración, que esté atravesando algún problema individual, familiar o social; o también que nosotros no hemos aplicado en ese niño la estrategia motivacional correcta.
Por otra parte, rotular a un alumno de modo excesivamente positivo, también tiene sus riesgos, por ejemplo: “¿Cómo puede ser qué no trajiste la tarea? eres mi mejor alumno, no esperaba eso de ti” ¿Imaginan la carga de responsabilidad y culpa que se le genera a ese alumno, del que se espera la perfección, y ahora siente que ha defraudado a su maestro?. Es tan solo un niño, puede alguna vez olvidar su tarea, puede a veces ser conversador o hacer una travesura, no es un modelo, es tan solo un ser humano en formación y es sano que alguna vez no haga lo que se le impone; y que aprenda a quererse y sentir que lo queremos con sus aciertos y también con sus errores.
El ideal de alumno no es un alumno real, y el arquetipo es socialmente construido: cada uno de nuestros educandos irá forjando su identidad de acuerdo a los modelos que elija, y uno de ellos podemos ser nosotros: ofrezcámosle una imagen de ser humano comprensivo, abierto a aceptar todas las personalidades, que les da ejemplos positivos, que los ama como son y trata de que se desarrollen lo mejor que puedan como seres íntegros, nobles e imperfectamente humanos, que los vamos a ayudar a que de a poco vayan forjando su identidad de acuerdo a las pautas sociales que se les imponen, a las que deben adecuarse desde la confianza en su efectividad y de su autovaloración, la que dependerá en mucho de lo que le transmita el entorno que lo rodea, en el cual los adultos tenemos un papel que debemos ejercer con responsabilidad.