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La educación en crisis

Publicado por Hilda Fingermann

La educación está en crisis, porque esa crisis es un espejo de lo que vive la sociedad en su conjunto en todos sus ámbitos. La falta de valoración de la cultura del esfuerzo, la anomia generalizada, el individualismo, la violencia física y moral, la corrupción, que envuelve a cada una de las instituciones políticas, económicas y sociales, incluyendo a las familias, repercuten sin duda en esta entidad que cumple una trascendente función: vive en el presente con todos sus problemas, pero proyecta un futuro que sería deseoso cambiar para mejorarlo; pero la escuela sola, como una isla, transmitiendo valores positivos, contrariando los mensajes contradictorios que el educando recibe especialmente desde los medios masivos de comunicación, y por parte de docentes, que también están inmersos en ese mundo caótico, no es tarea sencilla.

Davis Guggenheim, dirigió el documental Waiting for Superman donde refleja la crisis del sistema educativo público en Estados Unidos. En Argentina, la situación es también preocupante; los niños de familia de clase alta, media, y aún los hogares humildes, con inmenso sacrificio, tratan de enviar a sus hijos a escuelas privadas para que no queden en inferioridad de condiciones a la hora de ingresar al mercado laboral o a la universidad.

La escuela pública sigue recibiendo muchos niños deseosos de aprender (la mayoría) que deben convivir en el aula con niños repetidores de más edad, con expulsados de establecimientos de enseñanza privada que la educación pública no puede dejar fuera del sistema, lo que hace que la enseñanza deba bajar de nivel, especialmente a causa de los problemas de conducta, que en general reciben sanciones tan mínimas que los alumnos literalmente “hacen lo que quieren” en el salón de clases, pues desconocen los límites (que o no existen, o no son impuestos,o que cuando se tratan de imponer provocan reacciones violentas por parte de los propios alumnos o de sus padres).

Alumnos que concurren a las escuelas con armas, agresiones, insultos, actos discriminatorios, reciben pseudos sanciones (consejos, mínimas suspensiones, citación a los padres que en general no concurren, etcétera).

Está muy bien llamar a los alumnos a la reflexión sobre lo que hicieron, pero si esto no resulta, y se sigue repitiendo la conducta indebida en forma reiterada… ¿Por qué no hay sanciones? Pareciera que imponer castigos reales, como cambios de turno o de curso, o incluso de establecimiento escolar, significaran actos represivos, y no lo son. Son tan solo los medios de que dispone cualquier organismo social para defenderse de quienes no acatan los reglamentos que son indispensables para la convivencia social. Los mismos alumnos ante acciones de este tipo le piden al docente que “haga algo”, y sin embargo muy poco es lo que puede hacerse (acumular pedidos de amonestaciones que no poseen consecuencias reales, hacerlos firmar el libro de disciplina que nadie lee, y no mucho más).

Debe volverse al reconocimiento de la autoridad del docente, a quien sí se puede cuestionar, pero con respeto, el mismo que el docente también debe tener para con sus alumnos. Debe estimularse el espíritu crítico, pero a través del dialogo reflexivo y argumentado, no puede permitirse que los alumnos interrumpan la clase solo para discutir lo expresado por el docente “por que sí”, y saber los alumnos que si cometen actos que perjudiquen a otros tendrán el correspondiente castigo (establecido reglamentariamente, por acuerdos democráticos de convivencia).