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Educación para la vida

Publicado por Hilda Fingermann

Esta finalidad de la educación escolar es la que jamás debemos perder de vista, ya que engloba cualquier otro objetivo. Educar para poseer conciencia cívica, para ingresar a estudios superiores, para el mundo del trabajo, es en definitiva educar para poder vivir en plenitud, en armonía de cuerpo y alma, sabiendo pensar para resolver nuestros problemas cotidianos, cualquiera sean, que los habrá, ya sea que se dediquen a ser amas de casa, profesionales universitarios, sean empleados públicos o privados o empresarios.

Una educación eficaz debe preparar para formar seres humanos dignos, que aprendan a respetar los derechos humanos propios y ajenos, tengan conciencia cívica, sean difícilmente engañables, y haya aprendido a pensar, siendo deseable que en la última etapa de su formación hayan identificado una escala de valores propia y positiva, y posean una estructura cognitiva sólida y relacionada, con contenidos significativamente incorporados.

Cada momento que transcurre en la escuela, dentro del aula, en el patio de recreos, en el lugar destinado a educación física o en la sala de música, debe aprovecharse para enseñar contenidos conceptuales, pero sobre todo procedimentales y actitudinales.

En el salón de clases comparten las tareas y explicaciones una gran heterogeneidad de estudiantes con aspiraciones, aptitudes e inclinaciones diversas. No sabemos si seguirán estudiando, qué profesión escogerán, o si trabajarán, y en este caso en que sector de actividad. Sin embargo, todos ellos tienen algo en común, necesitan contar con las herramientas básicas para sortear los obstáculos que la vida les interpone en su camino de la mejor manera posible: todos necesitarán participar de la vida pública, defender sus derechos, realizar cálculos matemáticos, interpretar un contrato, relacionarse con sus vecinos y compañeros de estudio o trabajo, saber si las propuestas que les ofrecen son genuinas o engañosas; y esa es la tarea insoslayable de la escuela, darle a los niños y adolescentes las herramientas que los preparen en cualquier camino que emprendan: un pensamiento rico y estructurado, capacidad de aprendizaje autónomo, posibilidad de repensar sobre su propio aprendizaje (metacognición) una escala de valores positiva, pensamiento crítico, autovaloración y conciencia cívica.