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Modelo tecnocrático educativo

Publicado por Hilda Fingermann

El modelo tecnocrático educativo vigente en las década de 1960 y 1970 en América Latina, tendió a adecuar a los jóvenes de estos países a las nuevas circunstancias de la naciente sociedad industrial y democrática en forma eficiente y práctica, de acuerdo al mismo modelo industrial del que formaban parte.

La escuela pasó a ser concebida como empresa, con planes y currículum prescriptos por expertos, de los cuáles los docentes eran meros operarios o técnicos de planes, creadores de estímulos para generar las respuestas esperables y reforzamientos de conductas deseables, que no se adecuaban a la realidad de cada establecimiento y comunidad, sino que eran comunes a todos para permitir homogeneizar la educación, y que todos obtengan las mismas herramientas para el progreso movilidad social, al que llegarían al ritmo de cada uno, en un mundo exigente en información y herramientas tecnológicas, que demandaba fuerza de trabajo calificada.

El proceso estaba estrictamente planificado en pasos sucesivos hacia el rápido cumplimiento de los objetivos prefijados en una metodología conductista, siguiendo el modelo propuesto por Skinner, para obtener los objetivos comunes y pragmáticos propuestos, sin influencias ideológicas o valorativas.

Esta necesidad de ausencia de apreciaciones personales también influyó en la evaluación, que debía quedar resguardada de la subjetividad del docente, mostrándose como absolutamente necesarias para ello, las pruebas objetivas, ante la necesidad de medir los logros para observar si se acercaban a los objetivos.

El modelo conductista y tecnocrático no tuvo en cuenta que la eliminación de toda subjetividad es imposible, pues su propio diseño curricular obedecía a cierta ideología, y que la realidad universal, no podía comprender situaciones particulares suscitadas en cada escuela y en cada aula. A la institución escolar asisten personas con una gran carga afectiva, con diversidad de intereses y de realidades socio económicas, muy difíciles de soslayar a la hora de educar, entendida esta función como rol activo del docente, que no puede limitarse a ejecutar planes prefabricados.