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Exámenes escritos

Publicado por Hilda Fingermann

Los exámenes son instrumentos de evaluación tradicionales introducidos desde las universidades medievales, pero solo para los alumnos de alto grado de conocimiento.

Fue el padre de la didáctica Jan Amos Komenský, o en latín Comenius, en su obra “Didáctica Magna” de 1657, quien introdujo el examen como la parte final del método, y vinculado estrechamente al aprendizaje, como instrumento para aprender y no para calificar. La calificación ligada al examen aparece en el siglo XIX como medio de control.

En el siglo XX se los llamó test, constituyéndose en instrumento objetivo y científico, y como modo de medir la inteligencia y las capacidades intelectuales. Aparecieron las pruebas objetivas, con gran exigencia en su preparación pero con rapidez en la corrección. Se trataba de cuantificar y medir.

En el siglo XXI, con el avance de la tecnología y la digitalización de la educación, los exámenes escritos han evolucionado y se han adaptado a las nuevas formas de enseñanza y aprendizaje. Ahora, los exámenes pueden ser realizados en línea, lo que permite una mayor flexibilidad para los estudiantes y los profesores. Además, los exámenes en línea pueden ser corregidos automáticamente, lo que ahorra tiempo y esfuerzo para los profesores.

Sin embargo, a pesar de estos avances, los exámenes escritos tradicionales siguen siendo una herramienta importante en la educación. Son una forma efectiva de evaluar el conocimiento y las habilidades de los estudiantes, y proporcionan una evidencia tangible de su aprendizaje.

Actualmente los exámenes siguen formando parte de la práctica pedagógica en cuanto a la evaluación, combinándose con otros instrumentos, que tienden a obtener datos no solo cuantitativos, sino también cualitativos.

Dentro de los exámenes se distinguen los orales y los escritos, estos últimos sirviendo de documento probatorio del rendimiento escolar, utilizados especialmente para admisión de los alumnos en ciertos establecimientos y para obtener acreditaciones.

Hay exámenes escritos, consistentes en pruebas objetivas, donde las respuestas son muy breves o consisten en elecciones entre opciones múltiples, o en seleccionar entre respuestas verdaderas o falsas; y otros a desarrollar, donde el alumno responde preguntas con la información que posee, o expone por escrito sobre uno o más temas que el profesor indica. Las pruebas de ensayo son otra modalidad de exámenes escritos donde el alumno emplea contenidos conceptuales, pero además procedimentales (investiga, compara, argumenta, relaciona, etcétera).

Con respecto a las ventajas sobre el examen oral, es que el alumno tiene más tiempo para reflexionar, puede releer y corregir sus respuestas, puede empezar por las preguntas que sabe, permite evaluar su riqueza o pobreza de redacción, sus faltas ortográficas, su capacidad de análisis y síntesis. Tiene como desventaja principal, la posibilidad de copiarse, y de no tener la ayuda que podría darle el maestro que conduce un examen oral.

Además, los exámenes escritos también pueden ser una forma efectiva de evaluar la capacidad de los estudiantes para aplicar lo que han aprendido en situaciones prácticas. Por ejemplo, en un examen de matemáticas, los estudiantes podrían tener que resolver problemas que requieren la aplicación de teorías y conceptos que han aprendido en clase. De esta manera, los exámenes escritos no solo evalúan el conocimiento de los estudiantes, sino también su capacidad para utilizar ese conocimiento de manera efectiva.